Mi vida es como una carta

Mi vida, esa que me lleva y que me trae, esa que siempre me sorprende y que a veces me castiga, podría resumirla en una serie de cartas, a veces adornadas con el blanco y negro del desconsuelo, y otras tantas rebosante de luz y color.

Cada día un nuevo reto se presenta ante mí, y ante las adversidades despliego tu nombre a los cuatro vientos. Cada día encuentro en mi camino demasiadas barreras y trampas que humillan al ser humano, y para sortearlas extiendo el nombre de tu hijo a los cuatro puntos cardinales.

Así, con la misma voluntad y las mismas ganas, continúo por esta senda que Tú un buen día me marcaste, desplegando un sinfín de buenas intenciones, buscándote dentro de mí, para después sentarme en soledad y dejar plasmado en el reverso de esas bellas cartas las pisadas que voy dejando por este maravilloso mundo.

En estas pequeñas cartas de Amor, con letra limpia y clara, transcribo con detalle cada sentimiento, cada palabra y cada plegaria. En sus renglones viajan hacia Ti, grabadas con fuego, mis penas y mis angustias, mis sueños y mis alegrías.

Bien sabe Dios que el destino de cada una de ellas es arrodillarse con Fe a tus pies, y con tal fin las envío diariamente, esperando eternamente una respuesta Tuya. Esa respuesta bien podría ser una sonrisa de complicidad, una mirada de comprensión, o simplemente un suspiro que me dé alas para conseguir llegar a la orilla donde me espera anclada una barquilla que transporta un aura de esperanza.

Con esa única ilusión camino por los senderos del alma, dejando atrás de mí montañas y desiertos que esconden la frialdad de tu ausencia, acortando la distancia existente entre mis anhelos y mis sueños voy vagando, a veces sin un plan preconcebido y otras veces con el norte de tus ojos por destino, esperando encontrar tu respuesta.

Hay quien decide esconder en el baúl del olvido el pasado, prestando atención al presente y al futuro, yo sin embargo prefiero encontrar en el pasado las raíces que me hicieron ser quien soy. En esas viejas cartas descifro muchas de las dudas que me asaltan, dando sentido a esta pasión que a veces siento cómo me desborda. Así cuando tu ausencia inunda con lágrimas mis días, y la oscuridad se asienta en mi almohada ocultando la luz del día, mi alma se dirige con paso firme dejando a un lado lo mundano para volver a leer y releer cada una de aquellas viejas cartas que un día recibí desde tu Ermita.

Os invito a escribir una postal para Ella cada día, que miremos al presente y al futuro sin olvidar el pasado, que Ella y su hijo sea el principio y el final de nuestro camino, así y sólo así la vida, esa que a veces nos lleva y que nos trae, esa que a veces nos sorprende y que a veces nos castiga, encontrará la orilla de unas marismas benditas donde anida un lucero de esperanza, un destino que desprende dulzura, la dulzura de una Madre que desborda Amor a raudales...

Amor que emana de una mirada y unos ojos que velan eternamente por sus Hijos, atendiendo a cada plegaria, acudiendo siempre a la llamada de aquellos que sufren el dolor y la soledad, para curar las heridas del cuerpo y del Alma.

Seguiré, Madre, seguiré.

Mi vida es como una carta
que te escribo cada día:
corrígeme Tú, Rocío,
mis faltas de ortografía.

Rocío, Paloma mía,
perdóname si pequé,
dame el pan de cada día,
dame un poquito de fe
y un poquito de alegría.