Golpes de pecho

Abundan en todos los ámbitos de nuestra sociedad los golpes de pecho, está más de moda aparentar que ser. Personas que se autodefinen más democráticas que nadie pero que no soportan que se les lleve la contraria en algo, personas que alardean de los donativos con los que contribuyen a un sinfín de organizaciones pero que se cambian de acera cuando van a cruzarse con el mendigo de su barrio, personas que son los más trabajadores pero que a la mínima se zafan de sus obligaciones cargándole éstas al compañero que menos reticencias ponga… Si continuara, probablemente, la lista sería interminable.

Desgraciadamente, este tipo de actitudes también se ven en El Rocío. Una amiga mía siempre dice: “Entre nosotros, podemos engañarnos pero a la que está en el altar, a esa, no la engaña nadie”. Y qué cierto es. ¿Qué pensará la Virgen cuando nos oiga hablar de Ella apasionadamente y sin embargo no la imitemos en sus actitudes?

El Señor en el Evangelio de San Mateo nos dice “Cuando oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa”. Seguramente, con los tiempos que corren, de persecución a la Iglesia, añadiría que fuésemos valientes en los templos y las esquinas de las calles pero también coherentes en nuestro día a día.

En los años que llevo yendo a la romería, supongo que como todo el mundo, he visto casi de todo. Forasteros fanfarrones enseñando su hombro en su lugar de origen después de haber llevado a la Señora, gente que prácticamente se hipoteca el resto del año para comprarse el mejor traje para la presentación de hermandades, personas que decepcionan enormemente después de quitarse la careta de píos y cristianos y se descubren como incumplidores de muchos de los mandamientos… Casi con total seguridad, este tipo de perfil se da en todos los niveles, desde el que llega a la aldea sin más equipaje que una mochila a la espalda hasta miembros de Juntas de Gobierno, caso éste más grave, por ser cabezas visibles y ser los que más ejemplo han de dar.

Terminan los carnavales, pero muchos siguen con la máscara de la hipocresía el resto del año.

Por el contrario, gracias a Dios, hay gente que vive su amor por la Virgen de una forma totalmente diferente. El que se apoya en una columna de la ermita y simple y vivamente, mira a la Virgen; el que confiesa que aún no ha podido agarrarse a la reja y mirar de cerca a la Señora por el respeto que le tiene; el que aprovecha los primeros minutos de apertura de la ermita para estar con Ella a solas; el que a diario rezando el Rosario se imagina su rostro; en definitiva, todos aquellos que la aman por ser quien es la Madre de Dios.

Ahora que empezamos el camino de la Cuaresma, tiempo de ayuno, ayunemos de falsedades e hipocresías y alimentémonos de propósitos de enmienda. El desierto dicen que es inhóspito pero los rocieros sabemos, que aferrándonos a Ella el terreno baldío se vuelve ampliamente fecundo.