El sueño de cualquier niño almonteño

Escribo este artículo intentando ponerme en el pensamiento de mi sobrino mayor

Hoy, como cada día, me he despertado varias veces en la noche. Cuando era un bebé lloraba y despertaba a mis padres, pero ahora soy mayor y me quedo solito en la cama. Al rato, al volver a dormirme he soñado algo, que nunca jamás había soñado; os lo cuento:

He soñado que en el Rocío había una ermita pequeña, réplica exacta de la que hay pero en tamaño casi de miniatura, lo suficientemente pequeña para que los niños nos sintiéramos cómodos y a gusto en ella.

Pero no solo me llevé la sorpresa de ver la ermita, sino que al entrar (estaba en la madrugada del lunes) miro para la reja, donde la Virgen nos espera y veo que también la Virgen se ha hecho “pequeña”, como nosotros, para que la podamos llevar.

Me acerco tembloroso a la reja, acompañado de mi hermano Vicente, mis primos Javier, Rafa y Pedro, mis amigos Jorge, Curro y allí veo a Jesús el hijo de José Manuel y hay también rocieros que no son de Almonte, de esos a los que sólo les falta haber nacido aquí para quererla tanto o más que nosotros, como mi casi primo Manuel y, todos a una, esperamos impacientes el momento de que podamos saltar la reja.

El sueño de cualquier niño almonteño se estaba haciendo realidad mucho antes de lo que imaginábamos, podíamos llevar a la Virgen. Ella se veía radiante y feliz como siempre, pero la cara de mi amigo el Pastorcito tenía un brillo especial, no sólo estaba visitando a sus hijos, sino que estaba jugando con tantos y tantos niños de Almonte, que nunca antes habían estado tan cerca de su paso, durante una procesión.

Mientras la llevábamos todos íbamos recordando el momento en que, tras nuestro nacimiento, nuestros padres nos habían posado en el manto, pero esto era mucho más emocionante: sacar a la Virgen y pasearla para que todo el mundo pudiera admirarla no es comparable a ningún otro momento de los vividos con Ella.

Qué razón tenía mi abuelo Ángel al decir que no hay palabras que describan lo que se siente bajos sus andas... Yo, apenas tuve un pensamiento para él y para mis abuelos, padres, padrinos, tíos..., por haberme enseñado a quererla tanto.

De pronto me desperté, volví a mi realidad de dos años y medio y al silencio de mi habitación. Miré el cuadro del Pastorcito, que me acompaña desde mi nacimiento, y con los ojos cerrados y el corazón abierto, reviví lo soñado y le pedí a la Virgen que pasen pronto los años para que, hecho un hombre, pueda estar de nuevo bajo sus andas y demostrarle con mi cuerpo, ya que mi alma lo hace, que la quiero más que a mi vida.