Repartido en trocitos de pan

Celebramos hoy la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, solemnidad que debe tenernos felices a los cristianos, a los rocieros de toda la orbe del mundo.

Celebramos el gozo de la presencia permanente de Jesucristo entre nosotros, que con el poder de su Espíritu Santo, transforma el pan y el vino consagrados en el altar en su cuerpo y en su sangre.

Celebramos la alegría de Jesús vivo para siempre, al que podemos encontrar gracias al misterio de la fe, en el lugar que debería ser más visitado en el mundo entero: el sagrario.

Y esa celebración es solemnidad para nuestra iglesia, y es un acto glorioso y sublime, una oportunidad de echar nuestras rodillas al suelo para postrarnos ante el Rey de reyes, ante Jesús, el Señor, nuestro salvador y redentor.

Hoy es buen momento para PREPARAR LA PASCUA, para preparar nuestros corazones al convite al que el Señor nos invita. Es el momento de abrir puertas, romper ataduras, y adorar, adorar a aquel que dio su cuerpo y su sangre por cada uno de nosotros.

Si los cristianos fuéramos conscientes de cuánto puede hacer por nosotros Jesús, cada vez que llegamos hasta Él para decirle que nos salve con el poder de su sangre, que es redentora, sanadora, liberadora…

Felicito, por medio de éste periódico rociero, a todos los cristianos que nos leen, a todos los rocieros que hoy, seguro encuentran unos minutos para acompañar al Señor en el centro de su custodia.

Feliz día del Señor. Él os bendiga a todos.