Dios amó tanto al mundo…

Compartimos la reflexión que, sobre el Evangelio de hoy, hizo Teodoro de Mopsueste, que fue obispo de esta localidad de Cicilia en el año 428 y conocido teólogo de la época.

Que la cruz no os espante, dice el Señor Jesús, y no os haga dudar de las palabras que yo os digo.- La serpiente levantada por Moisés en el desierto era eficaz por el poder de aquel que mandaba levantarla... Del mismo modo, el Señor carga sobre si a la humanidad y sufre los dolores de la cruz, y, gracias al poder que le habita otorga la vida eterna a los que creen en él. En tiempo de Moisés, la serpiente de bronce, sin tener vida en ella misma, gracias al poder de otro, salvaba de la muerte a los que iban a perecer por la mordedura de la serpiente venenosa, sólo con dirigir su mirada hacia el estandarte. Jesús, del mismo modo, a pesar de su apariencia mortal y lleno de sufrimientos, da la vida a los que creen en él, gracia al poder que le habita.

Jesús continúa: “Dios amó tanto al mundo que entregó a su Hijo único para que ninguno de los que creen en él se pierda, sino que tengan la vida eterna.” Esto es un signo del amor de Dios... ¿Cómo pudo decir: -Dios ha dado a su Hijo único? Es evidente que la divinidad no puede sufrir. No obstante, gracias a su unión, la humanidad y la divinidad de Jesús son uno. Por esto, aunque sólo el hombre sufre, todo lo que toca a su humanidad se atribuye también a su divinidad...

San Pablo, para mostrar esta grandeza de la pasión, dice: “Si lo hubieran conocido, no habrían crucificado al Señor de la gloria.” (cf 1Cor 2,8) Quiere revelar, dando este título a Jesús, la gloria de su pasión. Del mismo modo, Nuestro Señor, para mostrar la riqueza de su amor a través de los sufrimientos padecidos, declara muy acertadamente: “Dios ha dado a su Hijo único.”