Viviendo el Adviento

Artículo del Sacerdote Juan Alberto Ramírez Avilés, para periodicorociero.es Periódico Digital Rociero

La esperanza de todos los pueblos hecha clamor en Israel durante siglos y avivada por la voz de los Profetas se condensa en las cuatro semanas que distaban hasta la Navidad. La liturgia nos permitía vivir la experiencia secular del pueblo elegido en la espera del Mesías provocando el recuerdo de su primera venida en Belén y animando en nosotros el deseo de su última venida al final de los tiempos.

Isaías, profeta clásico del Adviento, es desde el siglo VIII a.C, el dedo índice que atraviesa las nebulosas de la historia indicando al "Enmanuel" nacido de doncella virgen. Sus imágenes llenas de esperanza, como un renuevo de vida sobre el seco árbol de una humanidad árida y sin Dios, convidan a la época del Mesías donde la paz será el principal regalo entre aquellos que como lobos y corderos se sentían rivales. La justicia será una realidad, no basada en la apariencia sino en la rectitud del corazón que tiene por norma el temor del Señor.

Pablo nos dirá que en Cristo, que se hizo siervo como signo de fidelidad al Padre, se cumplen estas promesas, promesas -dirá-, que se escribieron para nuestra enseñanza, para que por ellas, mantengamos el consuelo de la esperanza. En una sociedad donde hemos aprendido a desesperar ante tanta esperanza vana, ante el optimismo vergonzante de aquellos que dan la espalda a la realidad marcada por el desempleo, la devaluación de los valores éticos y morales, el relativismo, la desintegración de la familia, el desprecio a la vida en sus fases más vulnerables como es el recién concebido o el enfermo terminal... En medio de ese "tronco envejecido" como cristianos hagamos hueco al "renuevo" de la esperanza.

Somos rocieros y vivimos nuestra fe en ruta, por ello las palabras de Juan el Bautista, producen en nosotros un inquietante cosquilleo: "Preparad el camino"... Y así debemos vivir cada día de nuestra vida: preparando el camino.

Tenemos la ciencia de "hacer el Camino" pero..., me pregunto y te pregunto: "¿Sabemos SER Camino?"

Este es nuestro "tiempo rociero", es echarse a los senderos e ir a la búsqueda del "Muchacho pequeño que nos pastorea" (Is 11) que llegará en la noche para bautizarnos con su Rocío de "Espíritu Santo y fuego".

El Camino tiene un nombre: ¡conversión! y tiene un motivo nuestra romera vocación: "porque está cerca el Reino de Dios".

La gente en aquel peculiar río Quema donde bautizaba el veterano en caminos, Juan, se preparaba para la llegada del Mesías reconociendo sus pecados y volviéndose con el alma limpia hacia Dios.

Qué buen propósito, mi compañero de Camino, que también tú y yo nos vayamos por estos senderos hasta una buena Confesión para preparar el encuentro con nuestro Niño-Pastor.

Respóndeme a esta pregunta: "¿cuánto hace que no te confiesas?"... Quizás nuestro polvo en los pies ha cegado nuestros ojos y embarrado nuestra capacidad de ver y amar...

La Virgen es como afirmaba Isaías, la Raíz que se levanta como estandarte ante todos los pueblos, Morada gloriosa hacia la que harán Camino todas las gentes.

Señora de las Rocinas, madre de la Esperanza, Mujer siempre en camino, danos hoy a Jesús, meta de nuestro destino. Rocío inmaculado del cielo, tú que vienes a rociarnos de Espíritu Santo y fuego, conviértenos, Señora, haz con nosotros el camino y muéstranos a Jesús, Divino Renuevo, Dios nuestro. Así sea