El deseo de volverla a ver

Y al despertar de aquel día, me di cuenta que ya nada quedaba, que todo había pasado tan rápido, que apenas me dio tiempo de vivirlo a pesar de la intensidad de cada momento. Cuando me fui a dar cuenta, era hora de recoger, de limpiarlo todo y devolver cada cosa a su sitio. Era hora de volver a esperar.

Quedaban muchos días para volver a repetir la experiencia y la espera se hacía larga y desesperante, pero a pesar del deseo de que los días pasaran rápido, la cadencia natural del tiempo hace que te acostumbres a su ritmo.

Cuando me fui a dar cuenta, quedaba menos de un año, unos pocos días con sus correspondientes noches. Noches en las que poder soñar con un himno nacional a la salida del Simpecado para la misa de romeros, para volver a oler la pólvora quemada de los cohetes que anuncian el paso de la Hermandad por algún pueblo, para despertar rodeado de naturaleza y sentir el poder de quien todo lo hizo.

Sueños son los que tenemos pendientes para llegar hasta Ella y hasta entonces, tenemos flores que regalarle día a día con nuestras acciones, con nuestras plegarias, con nuestro vivir diario con los demás.

Sueños con un denominador común a todos ellos: el deseo de volverla a ver. Unos llegarán andando, otros lo harán en carreta, otros volverán a verte a caballo, pero todos lo harán con el corazón limpio y el alma abierta de par en par, dispuesta a recibir la lluvia de pétalos al pasar por aquella Hermandad.

Cada banco está en su sitio, la mesa de altar justo enfrente, las rejas están cerradas, protegiendo un tesoro que comparten con los demás.

Los días no son más que un puñado de hojas en un árbol, que el paso del otoño hará caer hasta la tierra. Y cuando nos demos cuenta, la primavera habrá llegado y los brotes de aquel árbol, aparentemente seco, nos recordarán que hay que volver a prepararlo todo, que hay que sacar de aquel rincón lo que guardamos llenos de tristeza hace casi un año. Que es tiempo de romería. Que la Virgen nos espera. Que ha llegado El Rocío.

Sueños hechos realidad. Madrugadas esperando tu salida. Noches soñando con tu presencia.

¿Qué poco tiempo, verdad?