Gines tenía que ser

Por esas casualidades que ocurren un día conocí a un grupo de gente que hacía el camino con la Hermandad de Gines.

¡Vaya!, pensé yo. De Gines tenían que ser. Lo pensé así porque era una Hermandad por la que sentía desde siempre, no sé por qué, cierta curiosidad y así, de poco en poco, fuimos haciendo amistad este grupito de personas y yo y un año hicimos el camino con ellos.

El camino lo hicimos andando, lo más cerca que podíamos del Simpecado, aunque no siempre se conseguía porque por el cansancio nos quedábamos algo atrás, pero esa cantidad de gente andando, ese Simpecado tan bonito camino adelante, esos cantes, esas caras de cansancio pero a su vez de alegría y sobre todo la fe que yo veía en las personas y lo que yo pude vivir, eso fue tan grande que me atrapó para siempre.

Entonces yo vivía en Sevilla. Me casé y me fui a trabajar a Barcelona por tres años y en esos tres años que no pude ir al Rocío yo seguía acordándome de lo que había vivido y doliéndome el corazón tremendamente por no poder repetir la experiencia.

Y a los tres años de estar en Barcelona, las casualidades de la vida, me llamaron unos amigos diciéndome que había un trabajito para mí en Sevilla, y yo deseando de volverme a mi tierra me volví loco de contento y no me lo pensé. Cuando llegué, la empresa que me contrató distribuía a su personal entre pueblos de Sevilla y de otras provincias donde también tenía sus servicios, como la de Málaga y Jaén y a mí me tocó la ruta en la que entraba Gines.

¡Otra vez Gines!, pensé yo.

Aquel mismo año volvimos a hacer el camino con esta Hermandad, donde hay gente estupenda. Una Hermandad que siempre he llevado en mi corazón por donde he ido y que siempre vendrá conmigo porque fue la que me llevó hasta el Rocío a ver a la Virgen y a quererla como ahora la quiero.