La Virgen del Rocío robadora de corazones
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- Categoría: ARTÍCULOS
- Publicado: 29 Abril 2023
- Escrito por José Pichardo Ojeda / Revista Rocío / Agosto 1959
Esperamos que les guste.
Vivía en Encinasola (Huelva) Casiano Gil Domínguez, abuelo del sacerdote que hace poco me hizo esta referencia.
De familia humilde, pero sinceramente cristiana, a los 9 años quedó huérfano de padre y hubo de tomar la dirección de su casa por la formalidad y rectitud de su carácter ya en aquellos años.
Su cultura y conocimiento del mundo no fue mucha; apenas si salió de su pueblo y ni siquiera conocía el ferrocarril; sin embargo la viveza de su inteligencia le hizo aprender las suficientes letras para sí y para enseñar asidua y gratuitamente en los tajos a los compañeros de la cuadrilla, llevado de la bondad y nobleza de su corazón.
Su espíritu cristiano, sencillo y sincero, se muestra en esas virtudes sociales y familiares de entrega gratuita a los demás. Pero la nota característica de su espíritu religioso la llenaba su acendrado amor a la Virgen, a la que visitaba y veneraba en todas las imágenes que se le ofrecía a la vista, especialmente las de mayor devoción en Encinasola y sus alrededores. De la Santísima Virgen en su advocación del Rocío no tenía la menor noticia.
Casiano se casó y tuvo 5 hijas y allá por el año 1880, cuando contaba unos 36 años, he aquí que se despierta una mañana antes de clarear el día, sobresaltado llama a su esposa y le relata lo siguiente: había soñado ole habían dado a conocer con una claridad y seguridad que no le dejaba tranquilo, que camino de la finca donde trabajaba como jornalero, había dos medallas de la Santísima Virgen.
Su esposa quedó sorprendida y trató de convencerle lo absurdo que era darle crédito a esas extravagancias. Casiano sin embargo estaba decidido: iría a comprobar su sueño o lo que fuera.
Todavía resonaba en los oídos del sacerdote, su nieto, las palabras textuales de la esposa oponiéndose tenazmente a tan extraña rareza: “qué decieros vas a tener en el pueblo...; qué vergüenza para tus hijas...; te van a decir el tonto de las medallas...”.
Pero... “el amor es más fuerte que la muerte” y Casiano, apuntando ya el alba, se pone en camino, dejando a su esposa cada vez más intrigada. A medida que avanzaba le iba latiendo el corazón de una forma extraña, mezcla de temor y alegría, gozo y duda; luchaban en su mente la claridad de lo que había recibido y las reconvenciones duras de su esposa.
Poco a poco se fue acercando a un castillo que está cerca de la finca: comenzaba el sol a dar sus primeros rayos débiles y parpadeantes, iluminando las cosas de un color dorado rojizo; subía Casiano y de pronto... se pararon sus pies y su corazón: un rayo de sol reverberó en una medalla de metal dorado...; no había duda....; su corazón comenzó a latir aceleradamente, se inclinó casi sin respirar y volviendo la cara de la medalla que estaba hacia la tierra, leyó: “Nuestra Señora del Rocío – Almonte”; la besó devotamente y la apretó entre sus manos rudas llenas de sudor.
Continuó subiendo con paso firme y seguro; en su rostro se dibujaba una sonrisa que rebosaba gozo y satisfacción; a unos 100 metros encontró la otra medalla exactamente igual, tan nuevas y limpias “como recién salidas del cuño”.
Volvió a su casa y más volaba que volvía, como los discípulos de Emaús a su regreso a Jerusalén . las medallas fueron a parar, una a Dª Dolores Gil Tapada, parienta de Casiano y otra a su nieto sacerdote, que me hizo este relato, para indicarme el acendrado amor a la Santísima Virgen del Rocío, que fomentó en su familia nuestro devotísimo y curioso rociero, sin conocer Almonte ni visitar nunca su Santuario.
EL RECTOR DEL SANTUARIO