A medias nada

La primera vez que fui al Rocío solamente vi la procesión del Virgen, es decir, no fui a la romería completa, nada de camino, nada de peregrinar junto a un Simpecado, nada de presentarme con un Simpecado el sábado de la romería…

Mis padres, después de insistirles yo día sí y día no que quería ir alguna vez al Rocío, decidieron en tres días que el domingo cogíamos el coche y estaríamos en la procesión de la Virgen.

Aquel domingo, intentamos dormir durante el día todo lo que pudimos, porque mi padre conduciría de noche. Y así fue, salimos de Priego a sobre las 21:30 horas.

La procesión de la Virgen me impresionó tanto que me propuse que nunca más faltaría, si Dios me daba salud. Mis padres quedaron igualmente impresionados.

En El Rocío nos encontramos a algunos amigos que llevaban allí unos días, porque habían hecho el camino y habían estado en todos los actos. Se alegraron mucho de vernos, pero me sorprendió el comentario que, tras contarles que nosotros habíamos ido en coche a ver a la Virgen, nos dijeron que, “para eso, mejor es nada”, que si no se hace el camino y se vive todo al completo es como quedarse a medias.

Seguramente lo hicieron para animarnos a que algún año conociéramos también cada paso de la romería.

A lo mejor soy una rociera un tanto rara, pero viví la procesión con tanta fuerza, que nunca he necesitado lo demás, que me parece maravilloso, pero a pesar de poder ir si lo quisiera, no he querido hacerlo, porque no me siento una “rociera a medias”, sino una rociera que eligió que aquel que fue su primer Rocío era la forma en que quería acudir a los siguientes.

Y así han sido los demás, solo introdujimos el cambio de ir en autobús en lugar de en coche, y de irnos desde la mañana del domingo, pero es algo que me hace sentir completamente llena de la Virgen.