Vía sacra roris “El bendito camino del Rocío”

El Rocío es, sobre todo, una romería, una peregrinación, un bendito camino hacia esa tierra prometida para todos los rocieros, que es la aldea del Rocío, y que los peregrinos y romeros recorremos cada año en Pentecostés con fe y devoción para venerar y rezar a nuestra Bendita Madre, la Blanca Paloma de las Marismas.

Cuando la primavera grana en todo su esplendor, las arenas, los ríos, los vados, las veredas y senderos de toda Andalucía y de España entera sólo tienen una meta y un final, el bendito camino del Rocío, esa “Vía Sacra Roris”, como hace tiempo definí y como me gusta calificar siempre. Vía Sacra Roris, o Bendito Camino del Rocío que transcurre entre las resecas y benditas arenas. Benditas arenas sí, porque están regadas con los sudores de todos nuestros antepasados rocieros, que tantas veces las recorrieron al lado de su Simpecado. Y ¡qué pena más honda sienten los rocieros cuando por los años, no pueden ya recorrerlas! Benditas arenas del camino porque la Virgen, que va en su Carreta de plata, las va bendiciendo a su paso.

El espíritu del rociero se ensancha y se colma de alegría cuando camina entre pinos y eucaliptos, jara, tomillo y romero, mientras la Carreta del Simpecado va envuelta en una nube de polvo que lo cubre todo. Es como el mejor incienso que se consumiera en honor de la Blanca Paloma. Es como si toda esa arena del bendito camino del Rocío quisiera ver de cerca y tocar el Simpecado para luego quedar bendecidas para siempre.

Otras veces el bendito camino del Rocío se vuelve río, cuyas turbias aguas salpican las ruedas de la Carreta del Simpecado. Y los peregrinos reciben sobre sus cabezas esas aguas, benditas también, porque un día ya lejano un ángel rociero las bendijo, y benditas quedaron para siempre. En ellas se bautiza al neófito que hace el camino por primera vez, y rociero será hasta su muerte. Las hermandades, a su paso, alfombran de pétalos de rosas el lecho del río, en cuyo centro los romeros cantan, en torno a su Carreta del Simpecado, la más enfervorizada de las Salves a la Virgen, que suena distinta a las demás porque tiene como espejo y guía las benditas aguas del río, que con sigilo, beben los bueyes.

Durante todo el bendito camino del Rocío, no faltan momentos entrañables, como las noches de acampada donde, en torno a ese altar mayor que es la Carreta de plata del Simpecado, tienen lugar esos otros momentos inolvidables de rezos, de cantes y de promesas, que quedarán guardados para siempre en las mentes y en los corazones de los peregrinos romeros. Porque no encontraremos los rocieros mejor templo para cobijarnos y rezar a la Madre de Dios, que la bóveda inmensa del cielo en las noches de acampadas del bendito camino del Rocío...

Tampoco faltará nunca una mano amiga que se tienda al peregrino y romero. Ofrendas de flores a los Simpecados, a los que se canta y se reza sin cesar. Repiques ininterrumpidos de campanas al vuelo, que ni en el cielo, si es que en el cielo existen campanas, podrían repicar a gloria como estas campanas del bendito camino del Rocío. Sones de tamboriles y gaitas que tocan los más grandes maestros de este sin par arte rociero. Tronar incesante de cohetes que hacen estremecerse el azul del cielo. Y sobre todo, el cariño con que los hermanos rocieros comparten alimentos y amistad bajo la mirada amorosa de la Virgen del Simpecado…

Y cuando el bendito Camino del Rocío toque a su fin, se camine ya por las calles de la aldea y se arribe hasta las puertas mismas de la Ermita, los afanes del rociero se verán plenamente colmados y donde podrán dar, un año más, testimonio indeleble de todo el amor que sienten por su Bendita Madre del Rocío.