La mejor ofrenda

Un nuevo sábado abrimos las páginas de Periódico Rociero para leer artículos sobre el Rocío de otras épocas.
El que hoy proponemos pertenece al que escribiera el Obispo de Huelva, José María García Lahiguera, que apareció publicado el 25 de mayo de 1969 en el ABC de Sevilla. Como siempre, agradecemos a Antonio Díaz de la Serna su colaboración.


¡Bodas de oro! Hace cincuenta años, el amor rociero alcanzó de la suprema jerarquía eclesiástica colocar corona canónica sobre la cabeza de su Reina, Blanca Paloma, la Madre de Dios. Pero el amor vive en constante exigencia. No amar más es dejar de amar.

Cincuenta años, miles de corazones rocieros latiendo de amor a la que es “Robadora de corazones”. Y a los cincuenta años, el nuevo santuario. Ha sido obra del amor, amor rociero, amor mariano, insaciable, siempre más, siempre mejor. Todo es poco para el amor.

Ha sido la mejor ofrenda, porque el santuario es un templo, un altar, un trono. Y en estas tres realidades sagradas, como en cofre precioso, concha de nácar, se encierra el tesoro y se esconde la perla del ser humano, con los dos elementos de su compuesto y el simbólico del corazón.

En la construcción del templo, el cuerpo ha trabajado hasta el cansancio, sudor, agotamiento de cada jornada. La energía física iba cediendo en fortaleza el ritmo del muro alto, de la bóveda erguida, de la temeraria cúpula. El cuerpo ha rendido su tributo de amor.

El altar ha sido obra del espíritu. Se ha puesto en él el alma. ¿No simboliza a Cristo, Salvador de las almas? En él ¿no se consagra a Cristo, repitiendo el sacrificio del Calvario, donde las almas fueron redimidas? La sangre de Cristo, que en el altar se consagra y se consume, ¿no es el precio con que el alma fue rescatada?

El corazón ha requerido preparar un trono, donde la que es Madre de Dios pudiera vivir como Reina de las Marismas, Blanca Paloma.

Templo, ofrenda del cuerpo; altar, ofrenda del alma; trono, ofrenda del corazón. Todo el ser rociero consagrado para siempre a la Virgen del Rocío.

En verdad, a los cincuenta años de la coronación canónica, el amor rociero ha ofrecido a su Virgen la mejor ofrenda: la consagración de su cuerpo, alma y corazón en la ofrenda del nuevo santuario.

+ JOSÉ MARÍA, Obispo de Huelva