La Palabra: el contrato más importante del ser humano



En tiempos lejanos, cuando las desconfianzas eran mínimas, la herramienta mejor usada para hacer un pacto, llegar a un acuerdo o comprometerse con alguna causa era la Palabra.

Cuando decimos “te doy mi palabra de honor” estamos remontándonos a esos tiempos en que no hacía falta firmar un contrato para que la otra persona supiera, a ciencia cierta, que quien había pronunciado esa frase cumpliría, a pies juntillas, aquello que había dicho.



La Palabra es la gran promesa de Dios que cumple desde la creación del mundo. No le hizo falta a la Virgen firmar ninguna acreditación para dar un SÍ a lo que Dios le pedía, por eso estaba tan segura de lo que respondía cuando dijo: “Hágase en mí según tu Palabra”.

Hoy en día, ese don tan preciado, es motivo de controversias, discordias y desencuentros. Nadie se fía de nadie. Todo se quiere atar con contratos, firmas, abogados y notarios que den Fe de lo que decimos. Y, aun así, si el contrato es “light” es más que suficiente para eludir las responsabilidades descritas en el mismo.



No hay mayor compromiso que la Palabra dada. Pocas personas son más grandes que aquellas que dan su Palabra y la cumplen porque están atendiendo el principio de la Creación.

Ser en la actualidad hombres y mujeres de palabra es lo más valioso que se puede entregar en un Currículum, la mejor tarjeta de presentación que se puede llevar a una entrevista de trabajo, la más alta garantía para poder mirar con transparencia a los ojos de quien se tiene enfrente.



Al mirar a la Virgen del Rocío, no hace falta que nuestras palabras sean abundantes, basta con mirar a sus manos para saber que cuando una Palabra se da es para cumplirse, como se cumplió en Ella el “Hágase su voluntad”, como cumplió Dios enviándonos a su Único Hijo, como cumplió el Pastorcito Divino infundiendo sobre nosotros el Espíritu Santo de Pentecostés, tal como nos había prometido.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es