El río rociero de la Fe




Hoy recuperamos esta editorial del pasado traslado. Faltaba cada vez menos para que la Virgen fuera a su pueblo y los nervios se iban acrecentando en los corazones. También en periodicorociero.es los nervios eran obvios. En este año 2020, en el que periódico rociero ha cumplido 11 años, os la compartimos, esperando que recordarla sea de vuestro agrado.

Pasaron siete años de acariciados recuerdos en las memorias de los que vivieron la anterior venida de la Virgen. Y cada uno de esos siete años fue avivando la llama de la esperanza de verla de nuevo en su pueblo, como cirio permanente de la Fe mariana, presidiendo desde su altar de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, las miradas que se fijan en Ella, sin apartarse un instante de su rostro sereno, de sus labios habladores, de sus manos cautelosas, de su mirada dulce, de su corazón generoso.



Siete años a cambio de nueve meses, los que necesita una madre para formar a un hijo en su vientre, porque es el nueve un número formativo, un número de luz, un número de nacer a la vida. ¡Y qué grandes son esos nueve meses para un pueblo al que mereció la pena esperarla siete años!

Llegó el año de una nueva venida, y se desenfundaron las escopetas, que estaban guardadas en un rincón polvoriento de la casa, donde se dejaron intactas, conservando aún el olor a pólvora de las últimas salvas que, para llamarla se elevaron al aire. Se compraron nuevos cartuchos, se volvieron a vestir de lujo las calles de Almonte, y la delicadeza de muchas manos trabajadoras juguetearon con el papel para convertir el cielo almonteño en un jardín paradisíaco, por el que los ángeles paseaban cada noche, buscando un escondrijo para tenerla muy cerca cuando llegara y, derramar sobre su sombrero pétalos de rosas y florecillas silvestres. Almonte iba a recibir a su única Reina, que venía vestida con la sencillez de una Pastora.



Tres leguas de camino anduvo la Señora entre un océano amoroso de Salves que le salían al encuentro. Almonte remaba en las aguas bravías de la Fe, y como en las parábolas de Jesús, ahí estaba la Palabra hecha Vida, una muchedumbre que se marchaba tras Ella, que no la dejaba sola, y que se conformaba con rozar solamente la orla de su vestido para sentirse salvada.

Iba cubierta con un capote de Gracia, y ni el capote lograba encerrar el Espíritu Santo del que Ella está llena. Por donde va María, va el Espíritu Santo de Dios, porque así es el Rocío: una tierra fecunda para que el cristiano viva su Pentecostés.

Cuanto más pesadas se hacían las arenas del camino, más pies hundían sus huellas en las doradas dunas, abrazando la meta de llegar con Ella a su ansiado destino. Porque el río rociero de la Fe era tan caudaloso como la fuente del corazón del Pastorcito Divino, de la que emana el agua viva que nos quita la sed.



Y ese caudal fiel desembocó en Almonte, su barco llegó a Puerto seguro, su ancla se hundió en la profundidad del mar de sus amores, y por fin la capitana se descubrió el rostro, ante la mirada emocionada de quienes gracias a Ella superaron todos los temporales.

Ahora, cada día, Ella extenderá los brazos a su pueblo, -como lo hace una Madre cuando su hijo está aprendiendo a andar-, y Almonte los extenderá hacia Ella, y en el silencio de cada corazón, se estará viviendo una historia de amor entre Madre e hijo.



Allí, en el bullicio de cuantos nos arremolinamos cerca suya, y en el silencio de su corazón seguirá recibiendo el río rociero de la Fe que responde con amor a su llamada.

Allí, como ocurrió hace siete años, la siguen esperando ahora, una espera que en pocos días será un sueño hecho realidad para su pueblo.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es