Necesito un milagro




Hay quien en los duros momentos se agarra a Dios con todas sus fuerzas, pero también hay quien no quiere saber nada de Él porque se siente abandonado. Ante tanta desesperación que se está viviendo en estos últimos tiempos en la economía del mundo, cada vez son más las voces que se elevan a Dios. Curiosamente, y pese al dolor por el que tantas personas están pasando, Dios es el centro de las miradas del corazón.

A Él se recurre porque sin Él, todavía se hacen más profundos los abismos de la desesperanza.



Conozco a una persona que desde hace algún tiempo me dice: “Necesito un milagro”. Y hoy, cuando estaba dispuesta a escribir el editorial, tuve clarísimo que ese iba a ser el título de este día.

No sé hasta qué punto tengo la fe suficiente como para decir con firmeza: “Los milagros existen”. Pero estoy completamente segura de que ese milagro llegará. No sé de qué forma ni a través de quien, ni cuáles serán los medios de los que Dios, que tiene poder para todo, haga uso, pero sé que si esa persona necesita un milagro Él lo va a hacer posible.

También estoy convencida de que será la Virgen del Rocío, a la que esta persona tiene una gran devoción, la encargada de interceder para que el milagro se produzca. Será Ella la que medie, gestione, negocie y consiga que nuestro creador acepte con agrado extender sus manos, soplar su Espíritu e iluminarlo todo para que el milagro esperado llegue.



Sé que Ella, la Virgen, estará informada de cada paso de esta persona, que la cuida y la mima como a la niña de sus ojos y que la lleva en volandas, ahora que hasta el aire parece que le pesa y que su situación le preocupa día sí y día no desde hace tiempo y la crisis no ha hecho sino aumentar su incertidumbre.

Y no sé por qué, porque no tengo el don de la adivinatoria, ni de la videncia, ni de nada que se le parezca, pero algo me dice que ahora sí ha llegado el momento, y es este y no otro, el tiempo de Dios para que esta persona vea con sus propios ojos que los milagros existen y que tendrá el privilegio de verlo por sí misma y de contarlo en primera persona.



Y lo creo. Lo quiero creer porque sé que verdaderamente lo necesita y deseo hacerle llegar a través de estas palabras un empujón de optimismo y un puñado de esperanza que no debe perder jamás en la vida. Deseo hacerle sentir que la fe mueve montañas, aunque yo no haya sido capaz de mover las mías propias y, si se mantiene en la fe, verá pronto, muy pronto, el milagro que anhela.

Por eso me uno a su voz, haciendo mía su súplica y confiando ciegamente en que la Virgen del Rocío no deja de interceder y Dios está dándose prisa para concederle esa gracia.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es