Todos y todo, estamos en tus manos




Gracias. Gracias con todas las fuerzas de mi corazón, Madre mía del Rocío, por cientos, miles de cosas por las que, a lo largo de mi vida, me ha tocado pasar, y en las que si no llega a ser por tu mano, me hubiera caído para no levantarme nunca.

Gracias en letras gigantes, porque la estela de tu nombre ha llenado mi historia desde que nací. Te he respirado, te he rezado, te he sentido y te llevo conmigo en todo momento y lugar.

Gracias por el periódico rociero y por el programa de La pará rociera. Ambos nacieron al amparo de tu manto, nacieron con convicción y, a pesar de las vicisitudes que encontraron en sus comienzos, aquí estamos, con recuerdos que no caben en una mochila.

Cuántas cosas desde aquel día en que escribía mi primera editorial para el periódico, sin saber quién iba a leerme, o aquella vez que se abría la ventana por la que los telespectadores y yo nos encontramos. Yo… Y Patri Moral, que va a perder la vista con tanto código informático para que el periódico luzca impecable. Yo… Y todos los que se encargan de teclas, botones, cables, imágenes, producción, montaje… Toda una revolución de colores y sonidos para que el Rocío, tu Rocío, llegara a cualquier rincón del planeta.

Y claro que llega. Llega porque tu manto, Madre bendita, es más extenso que el agua de los océanos y tu amor tan grande que nunca tuvo ni tendrá límites para nadie.

Por el periódico pasan todas las Hermandades, miles de noticias hemos debido contar hasta este día, y por el programa han pasado cientos de invitados, hermandades venidas de los cuatro puntos cardinales del mapa de España…
Algunos de esos invitados se fueron definitivamente a las marismas del cielo. Otros dieron el relevo a nuevas Juntas de gobierno. Somos testigos de cómo niños, jóvenes, adultos y mayores están unidos por el sentimiento de fervor a la Madre de Dios, a la bendita imagen que habita en el santuario marismeño. Hemos visto cómo nacían nuevas Hermandades filiales, y cómo otras se quedaban añorando llegar a serlo. Nos hemos colado telefónicamente hasta en los conventos de clausura y hemos contemplado a hombres llorar como niños y a niños dar su testimonio como si fueran hombres. Hemos escuchado cómo se puede rezar cantando y cómo las oraciones hechas música nos han erizado los vellos de la piel.

Hemos vivido acontecimientos únicos, hemos reído, y hemos llorado compartiendo las emociones de aquellos que, por nombrarte, por quererte, no encontraban palabras que expresaran lo que sentían.

Pero somos afortunados. Tú conoces hasta lo más profundo de nuestros corazones y conoces lo que decimos y lo que nos callamos.

Hemos cambiado físicamente también, tantos días, semanas, meses, años, páginas, programas, dan para sumar canas y ver el ritmo de las estaciones, siendo siempre la primavera la más esperada, aunque Tú haces posible que hasta los más fríos inviernos parezcan primavera a la luz de tus ojos.

Hoy, con el año recién estrenado, del que solo llevamos una semana, quiero darte las gracias por todas y cada una de las personas que he tenido el regalo de conocer, y por aquellas que, precisamente, porque me conocen, han querido contar algo en el Periódico rociero y en La pará rociera.

Tampoco quiero dejar atrás a los compañeros. A los que estuvieron, a los que están y a los que vendrán.

Te doy las gracias con todas las fuerzas de mi alma y te ruego a ti, que lo sabes todo, que has sido, eres y serás el gran amor de mi vida, Madre del Rocío, que nos sigas dando fuerza, entusiasmo, ilusión, tenacidad, valentía y firmeza para continuar con esta labor apasionante de llevarle al mundo tu consuelo y tu esperanza.

Todos y todo estamos en tus manos.

Gracias.

Editorial publicada el 9 de enero de 2.021 en Periódico rociero.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es