Nos volvemos medio locos queriendo ver resultados inmediatos ante pequeñas o grandes acciones que realizamos. Da igual del tipo que sean: si es en el terreno laboral, quisiéramos ver en cuestión de momentos lo que, según las estadísticas, a muchos les llevó años de esfuerzo y perseverancia. Si es en el terreno de los estudios, desearíamos llegar a final de carrera sin pasar antes por pruebas que nos suponen un auténtico sacrificio. Si es en el terreno de la amistad, nos gustaría que los demás nos respondieron en la misma medida en que nosotros actuamos… Pensándolo bien, a todo lo que hacemos le añadimos una parte “interesada”.
Y hoy me ha llevado esa reflexión a centrar mi editorial en la necesidad que tenemos de caminar, sencillamente, sin prisa, despacio, pero sin pararse.
Aquello de “mirar atrás”, que muchos dicen no hacer “ni para coger impulso”, sería una buena receta para revisar todo el camino que hemos recorrido, pero sobre todo hay que mirar hacia adelante, porque sigue quedando camino por recorrer.
No existe para nadie una única meta, existen pequeñas metas y solo llegan a ellas aquellos que tienen claro el punto fijo que se desea alcanzar. Para unos, toma más tiempo, para otros menos. No todo el mundo tiene la misma zancada al andar. Los nadadores no emplean igual tiempo en atravesar de lado a lado una piscina. Los atletas no llegan a su destino empleando los mismos minutos. Los aviones, los barcos, no siempre sobrevuelan el cielo ni navegan los mares en idénticas condiciones, todo puede cambiar en cuestión de momentos, todo puede retrasar o acelerar la llegada; pero lo importante es caminar, despacio, pero sin pararse.
Hay diferentes caminos para un mismo lugar y, cada uno, a su ritmo, se toma el tiempo necesario para llegar al objetivo. ¿No es esa una fórmula conocida para los rocieros? Pues sí, eso tenemos en la Virgen del Rocío: nuestra meta y, llegados a Ella, en sus manos encontramos el auténtico objetivo. A ninguno de sus hijos nos exige que corramos más, o que levantemos el pie del acelerador. A nadie le ordena que acuda a verla andando, por carretera, o en vuelo privado hasta su Santuario. Pero a todos nos espera respetando nuestro ritmo, nuestro paso, nuestras fuerzas…
Así que, por lo que a ti respecta, querido lector de periodicorociero.es – Periódico digital rociero, no te pares y, si lo haces, que sea solo para respirar hondo, llenar de aire tus pulmones y darte un respiro en medio del sofocante calor o bajo el aguacero del invierno, pero sigue andando, despacito, sin perder la fe, abonando tu esperanza, con el bastón de Cristo resucitado para que te dé vida en el camino. Sigue andando porque todo llega cuando tiene que llegar y no vamos solos en ningún momento.
Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es