El regreso a casa con inolvidables recuerdos




En recuerdo del Pregón pronunciado el pasado año 2.019 en la Hermandad del Rocío de San Sebastián de los Reyes.

Cuando pregoné en la Hermandad del Rocío de San Sebastián de los Reyes me traje, de regreso a casa, un cúmulo de sensaciones que, por mi carácter, suelo dejar reposar en mi corazón para luego analizarlas. Pero transcurrido ese tiempo, concluyo que esas sensaciones son todas positivas. Acabo descubriendo que, da igual dónde nos encontremos, si hay una sola persona que quiera a la Virgen del Rocío es suficiente para que la semilla rociera quede sembrada.

Y algo así fue lo que sentí al pregonar en esta Hermandad, la semilla que en su día sembraron calló en tierra fértil, fuerte, y la cosecha todavía se sigue recogiendo porque cada vez son más los que se acercan a participar del beneficio de sus frutos.

Llegué feliz, agradecida, nerviosa y con una actitud de responsabilidad ante lo que se me había pedido. No tenía ni idea de cuáles eran las expectativas de los rocieros de esta santa tierra, (no olvidemos que su nombre se lo debe a un Santo impresionante), pero a pesar de sentirme profundamente halagada por tan alta estima hacia lo que pudiera escribir, también me sentía “asustada” pensando si sería capaz de alcanzar, al menos, una pequeña porción de lo que de mí se esperaba.

Y por fin el calendario marcaba el día deseado. La fecha me decía que era el momento de viajar y yo era consciente de que en mi maleta llevaba un pedacito de Rocío a un sitio donde el Rocío se vive de forma muy grande. Percibí cómo el nombre de la Virgen no se despegaba de los labios de cada persona que conocí. Todas me trasladaban algún momento, alguna anécdota, alguna emoción, algún sentimiento que se había despertado porque la Reina de las marismas un día apareció en sus vidas para quedarse para siempre.

Ella une, desata nudos, estrecha lazos, crea amistades, hace que surja el amor, se posa en los corazones, abraza, consuela, sana con la mirada, cura con su cercanía y atrapa para siempre. Y lo hace con tal fuerza porque su amor es ilimitado y su manto más extenso que el cielo, tan extenso que bajo él estamos todos, los rocieros de aquí y de allí, los de más lejos y los de más cerca. Los que van a diario a visitarla a su Santuario y los que cierran los ojos imaginando que van a verla cada día.

Es, realmente, una tremenda bendición, absoluta bendición, que seamos rocieros. La Virgen hizo posible que nos conociéramos, compartimos el amor por nuestra Madre del Rocío y siempre le estaré agradecida a Ella por este regalo, igual que siempre estaré agradecida a los hermanos de la Hermandad de San Sebastián de los Reyes por invitarme a hablar de Ella.

Millones de gracias desde lo más hondo de mi corazón.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es