El don de la alegría



Los rocieros somos privilegiados al haber recibido de Dios el don de la alegría:

Un don que hace que un ambiente se vuelva cálido, que no esté falto de sonrisas, que haya acogida entre todos los que participan del mismo.

El don de la alegría, dicen los Santos, que tiene su procedencia en lo más profundo del corazón, donde Dios reside, donde la Virgen tiene su espacio para cuidarnos y que una vez ha sido recibido es imposible que se vaya de nuestra vida, pues incluso en situaciones difíciles o dolorosas, esa alegría tiene más peso que toda la pena junta.

Y el rociero parece obligado a esparcirla por donde va desde el momento en que se la dieron, porque nos es dada desde el momento en que decidimos vivir en el rebaño pastoreado por la Patrona de Almonte.

Algo tendrá la alegría cuando hasta San Pablo nos pide que nada ni nadie nos la quite, exhortándonos a estar siempre alegres.

Esta mañana, como siempre tan temprano, (son ahora mismo las 6:17), a la hora a la que suelo estar escribiendo el editorial del día para Periódico Digital Rociero, me he acordado de la enorme responsabilidad que tenemos los rocieros, al haber sido favorecidos por este don tan valioso que, a veces, alejamos de nosotros según estemos más cerca o más lejos de la Romería.

La alegría ha de durarnos siempre en el alma. Es como el Amor, -porque de Él proviene-, no pasa nunca, y cuanta más demos, más recibimos.

Hay demasiada gente triste, preocupada, alejada de Dios… No aumentemos nosotros la tristeza. ¿Somos rocieros, verdad? Pues eso lo dice todo. Vamos a empezar a sembrar de alegría nuestros caminos.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es