Los vacíos que nadie llena




Los vacíos que nadie llena existen porque no sabemos ir a la verdadera fuente que lo llena todo.

La autosuficiencia, esa manía absurda de querer vivir de espaldas a Dios, creernos que podemos conseguirlo todo por nosotros solos, buscar la felicidad en lo material, en el poder, en la fama, en los puestos de relevancia, en acumular… Todo eso termina por tirar por el suelo lo que realmente llena la vida, que no está en nada de lo que hemos citado.

No se trata de tener, se trata de ser, y para ser hay que tener valentía para primero conocernos a nosotros mismos, y segundo reconocer que hay vacíos que no llena absolutamente nadie ni nada, ni un marido, ni una mujer, ni unos hijos, ni un estatus, ni un trabajo, ni el dinero. Hay vacíos que solo los puede llenar Dios, porque lo demás es pasajero, pierde todo el valor cuando nos vamos de este mundo, al que despedimos tal como vinimos: sin ningún equipaje.

Hay solo una diferencia entre la llegada y la partida. Cuando llegamos, nos cogen de la mano, nos ayudan a dar los primeros pasos y luego nos sueltan para que decidamos el rumbo de nuestras vidas. El bien que vayamos haciendo en ese trayecto será lo que Dios tenga en cuenta si considera que merecemos estar junto a Él cuando nos hayamos ido.

Ese afán desorbitado de la gente por querer más y más y más, nos aparta de los verdaderos planes de Dios para nosotros.

Tengo claro que aquí no estamos así porque sí, que todos tenemos un papel en esta gran obra del creador, y que a todos nos llama a convivir con respeto, a caminar con entusiasmo, a pensar con amor para que luego se trasladen esos pensamientos a las palabras y a las acciones. Somos invitados a la verdadera alegría, y optamos por la alegría pasajera, la efímera, la que dura lo que dura la novedad de lo que conseguimos.

Me doy cuenta, de que muchas personas me dicen, que cuando visite a la Virgen del Rocío, le pida a Ella por sus cosas. Algunos me dicen que necesitan un trabajo. Otros me dicen que quieren comprar un casa, otros que desean tener pareja, o hijos…

Y a esas personas les fueron concedidos sus ruegos, pero nunca los vi agradecer lo que conseguían. Seguían insatisfechos, porque no tenían el trabajo que querían, se cansaron pronto de la casa que compraron, se quejaban continuamente del comportamiento de sus parejas y, en casos extremos, hasta sé de casos en los que, de haber podido, hubieran realizado un casting para elegir hijos a medida.

Nos da miedo decirle a Dios “hágase tu voluntad”, porque ¿y si su voluntad no es lo que nosotros deseamos? ¿Y si su voluntad rompe nuestros planes?

Y resulta que, justo cuando hacemos ese acto de fe, justo cuando decimos aquello de “que sea lo que tú quieras” es cuando se produce el auténtico milagro, porque los planes de Dios siempre son mejores que los nuestros.

Ese acto de fe, personalmente, se lo pido a la Virgen en mis ratos de oración. Se lo digo porque la considero una heroína de fe inmensa y nadie como Ella puede enseñarme, a través de su Rocío, a robustecer la fe tan debilucha que tengo.

Seamos más sencillos, más humildes, menos autosuficientes, menos avariciosos. Y dejemos que sea Dios el que nos llene los corazones, porque si lo hacemos no habrá vacíos en nuestras vidas.

Que la Virgen del Rocío nos ayude a conseguirlo con su infalible y poderosa intercesión.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es