¡Cuidado!




Decía la Madre Teresa de Calcuta que jamás acudía a ninguna manifestación que estuviera en “en contra de”, sino “a favor de”. Cuentan de ella, que cuando era invitada a asistir a algún acto masivo para manifestar repulsa hacia algo, nunca asistía, se negaba en rotundo. En cambio, cuando se hacía a favor de la paz, a favor de la vida, a favor de las familias, a favor de alguna causa que mereciera la pena, gustosamente accedía si sus circunstancias, y el poco tiempo libre que tenía esta mujer de Dios, se lo permitían.

Y es que, amigos lectores de periodicorociero.es – Periódico digital rociero, nos pasamos la vida en contra de todo. Hablamos sin parar de las injusticias, pero nadie hace nada por ser justo. Relatamos como loros, repitiendo sin parar los desaciertos de nuestras familias, de nuestra iglesia, de nuestros compañeros de trabajo, de nuestro entorno..., pero no movemos un dedo para actuar con acierto, para trabajar por nuestra iglesia, para acercarnos a los compañeros con otra mirada, para valorar lo mejor de nuestro entorno.

¡Cuidado! Es un grito alarmante que podría encenderse en rojo en nuestros corazones cada vez que caigamos en esta peligrosa rutina, que no hace sino sembrar rencores, envidias, resentimientos y actitudes erróneas en el alma; actitudes que acaban por hacer profundas heridas en nosotros mismos y en los demás.

¡Cuidado! Porque antes de decir tan alegremente en contra de qué o de quién estamos, tenemos que tener muy claro a favor de qué o de quién queremos estar y fomentar mucho más el apoyo a una causa. Si solo ponemos nuestra fuerza en estar en contra, acabamos haciendo crecer una montaña de desencuentros. Si, por el contrario, apoyamos el amor en todas sus formas, estamos haciéndolo crecer y extendiéndolo por todos los rincones y, no sé, pero yo creo que tal y como están las cosas en la actualidad, más nos valdría invertir nuestro tiempo y nuestra dedicación en lo segundo.

¡Cuidado! Porque es muy fácil decir que creemos en el Amor de Dios, manifestado en su Hijo Jesús, nuestro salvador, y alejarnos de Él con contradicciones de todo tipo.

El amor no entiende de “contrarios”, entiende de encuentros, no entiende de discordias, entiende de unidad; no entiende de guerras, entiende de paz a raudales.

Cuidemos nuestra actitud cuando vamos a ver a la Santísima Virgen del Rocío. Lleguemos a Ella sin contrariedades en el alma. Pidamos que, así como Ella supo y pudo anteponer el amor en medio de un sinfín de adversidades, nosotros seamos capaces de seguir su ejemplo y, más allá de quedarnos hechizados por su imagen, sepamos leer lo que con sus ojos, su expresión, su rostro y su paz, quiere decirnos.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es