¿Sin móvil en el Santuario?




Cuando voy al Rocío, sea la hora que sea, sea el día que sea, después de pasar un ratito ante el Sagrario, intento que mi foco de atención sea la imagen de la Virgen del Rocío y del Pastorcito Divino.

A veces, si esos ratos son prolongados en su presencia, me fijo en otros detalles, por ejemplo, en las personas que llegan hasta su reja: Unas se quedan mirando a la Virgen, otras lloran, otras susurran alguna oración, otras hacen una foto y se van y otras entran, se santiguan, y miran el móvil sin levantar la vista de la iluminada pantalla.

Me da por pensar que, tal vez, sea porque están ayudándose de algún texto, alguna aplicación en la que se facilitan las lecturas de cada día, el evangelio, la liturgia, textos religiosos… Pero, la mayoría de la gente habla, atrapada por cualquiera de las redes sociales que se encargan de conseguir más adeptos y adictos cada día.

Es cierto que hemos evolucionado mucho. Tecnológicamente estamos desbordados y sorprendidos con tantos cambios. Pero hay algo que no cambia lo más mínimo, que permanece en el tiempo, que rubrica cada momento con su paz: la mirada de la Virgen del Rocío. Y eso me hace preguntarme ciertas cosas. ¿Sería capaz de estar en el Santuario sin coger el móvil absolutamente para nada? ¿Tendría la capacidad de apagarlo completamente hasta que terminara mi encuentro con Ella?

A mí se me pasa el tiempo volando en su presencia. Siento que es el único lugar del que no quiero salir corriendo, en el que necesito estar, en el que mis penas pasan por el corazón de la Virgen para que me pesen menos, en el que mis alegrías son compartidas, en el que la paz regresa cuando creo que la he perdido…

Mentiría si dijera que no he usado jamás el móvil dentro de la ermita. Lo he hecho, sí. He capturado alguna foto y la he enviado a alguna persona que sabía que, por circunstancias concretas, podría necesitar estar con Ella más que yo. Pero de un tiempo a esta parte, me voy dando cuenta de lo verdaderamente importante, de que somos nosotros quienes hacemos que lo superficial se convierta en imprescindible, y me siento más libre cuando apago el móvil, y cuando dejo que la única red que me tenga atrapada sea contemplar con calma, en oración y con sencillez, la luz que emana de los ojos de la Virgen. Porque entonces los planteamientos son otros: ¿Quién, al mirarla, podría estar pendiente de otra cosa que no sea Ella?

También me he fijado en las numerosas personas que sacan de su bolsillo o su bolso un rosario y, aprovechando la tranquilidad de las primeras horas del día o el ocaso de la tarde en la cercana marisma, rezan cada uno de sus misterios contemplando la imponente imagen de la Virgen.

Que sea siempre su Rocío el que nos permita coger el rumbo, el que centre nuestros corazones y el que llene de luz los caminos que tengamos que recorrer.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es