La monja de Clausura que se va cada año de romería




No es una monja al uso, os lo puedo asegurar. Es una monja carmelita y de clausura. Sí, de esas que puedes ver entre los cuadraditos de la reja, y que para saludarla tienes que tener cuidado de atravesar la mano por si acaso se te queda dentro. Que sí, que me habéis leído bien: La monja que hoy va a protagonizar mi editorial es de clausura absoluta.

Es mejicana, ya podéis haceros una idea de cómo es su devoción por la Virgen, teniendo en cuenta que el nombre de Guadalupe va tatuado en su corazón desde que nació por aquellas tierras.

Tanto es su amor por María, que se contagió de aquel Sí que la Virgen le dio al Ángel Gabriel y cuando Dios le preguntó si quería ser monja no lo dudó dos veces y respondió lo que aquella Virgen de Nazaret “He aquí la esclava del Señor”.

Total, que para no divagar en cientos de cosas, resulta que vino a parar a Andalucía, obedeciendo a sus Superioras, y en la intimidad de su convento, desde donde reza por las penurias del mundo, se acabó tatuando también otro nombre de la Virgen en su corazón, el de Rocío.

Bueno, pues eso no es todo. Por culpa del tatuaje del alma, esa monja se escapa todos los años a la romería del Rocío. (No os restreguéis los ojos, que habéis leído correctamente). La monja carmelita de clausura, tal como empieza la romería, se pone en camino, se agarra a la vara de algún Simpecado, empuja la carreta y, cuando no puede, deja que la carreta de la Virgen le dé tirones para que siga caminando. No le preocupa ni el calor ni el frío porque está acostumbrada a la austeridad de las celdas de su bendito convento. Sabe de oración y sabe que Dios se encuentra en todas partes, ¡hasta en los pucheros!, como decía Santa Teresa de Jesús, de la que ella sabe mucho y, como se encuentra en todas partes, allá que va ella entre la grey rociera.

La gente canta, ella guarda silencio acompañando al Simpecado. Mira los rostros de las personas, los escucha y sabe leer los ojos de la gente. Sabe que detrás de toda esa alegría, también hay historias y que cada uno lleva una maleta con el peso de preocupaciones y, allí, al lado de la carreta le va diciendo a la Virgen lo que le dice cuando está en su Convento: “Ruego por nosotros, ruega por ellos”…

No se puede nadie imaginar cómo es su día a día con las cosas del Rocío. A veces, cuando la leo o cuando le he escuchado la voz, he llegado a preguntarme si de verdad nació en Méjico, o si nació allí, en algún lugar de la Aldea almonteña. Lo cierto es que se muere de amores por la Blanca Paloma y no resiste quedarse encerrada cuando llega la romería.

¿Que cómo es posible que se escape?
Esa pregunta es peligrosa. Pero os la voy a responder. Se escapa en una carta que nos remite y que pide que nos sea entregada cuando estemos en la procesión, o en un Rosario en forma de pulserita que nos regala y que nos invita a rezar, o en un mensaje con una carga brutal de emociones que nos llega privadamente para hacernos saber que está allí, aunque no la veamos físicamente, aunque no se haga notar entre la multitud.

Lleva ya varios años escapándose a la romería de Pentecostés, y a mí me encanta verla asomar cuando menos me la espero y como menos me la espero, porque no siempre hace falta ver para creer. Yo diría que es más bien al contrario, aquello que creemos, veremos si tenemos fe.

Hoy es víspera del día de Santa Teresa, y quiero humildemente rendirle un homenaje a ella y a todas las monjas y religiosas que desde sus conventos oran sin cesar por todos nosotros. Hago presentes en mi editorial a las que son rocieras y cierran los ojos para escaparse al Rocío, a las que se recrean mirando una estampa de la Reina de las marismas en su diurnal, o en el libro de la liturgia de las horas, con la que señalan el número de páginas, cuando están rezando los laudes, o las vísperas…

Esta monja carmelita dice que ahora se ha mudado a Almonte. Y me lo creo, ella se muda allí donde la Virgen va, por eso empezaba mi editorial diciendo que no es una monja al uso.

Que la Virgen siga bendiciéndonos a todos con la riqueza de sus oraciones, porque eso no está pagado con nada.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es