El regalo del rociero




Cuando se recibe un regalo ponemos cara de sorpresa, abrimos los ojos como si fueran ventanas, levantamos las cejas y todo nuestro rostro es pura expresividad.
Cuando se recibe un regalo agradecemos de corazón, sea lo que sea, el detalle que la persona que nos lo hace ha querido tener con nosotros.

Todos los días recibimos un regalo y, estamos tan acostumbrados a él que nos pasa completamente desapercibido. Nos levantamos sin gesticular si quiera, abrimos los ojos mirando el reloj de la mesilla de noche para robarle unos minutitos más al descanso antes de poner los pies en el suelo y se nos olvida que estamos llamados a seguir viviendo.

A veces, maldecimos la vida con mucha facilidad (hay muchas formas de maldecirla). Cuando nos enojamos o estamos hartos de situaciones concretas, o nos avasallan circunstancias que no deseamos, nos salen sapos y culebras por la boca. Pero lo cierto es que cada día es un regalo maravilloso, con sus luces y sus sombras, con sus nubarrones negros y su sol resplandeciendo en el cielo, con el cielo gris y del azul más intenso, con una noche con manojos de estrellas y con la oscuridad más fría, con el frío haciéndonos tiritar y con paisajes hermosos de nieve que nos hacen sentirnos afortunados. Porque en una y en otra circunstancia, somos afortunados de tener el regalo de vivir, de despertar, de contemplar, de existir…

Para los rocieros el regalo es aún mayor, porque somos conscientes del amor que Dios nos tiene y de su extrema generosidad al darnos a María como gran intercesora de nuestra historia y al darnos, además, esa fecunda advocación de Rocío para que cada vez que acudimos a Ella, descienda sobre nosotros el Espíritu Santo, dador de todo bien.

Si fuéramos más agradecidos, si en lugar de estar tan pendiente de lo que nos falta, lo que queremos, lo que deseamos, fuéramos capaces de reparar en todo lo que se nos ha dado, en todo lo que tenemos, en todo lo que nos rodea, recibiríamos aún más, porque si algo abunda en el corazón de la Virgen, es la ternura ante un corazón en acción de gracias.

Aprendamos a valorar el regalo de la vida, a tener una actitud de asombro ante cada día que llega porque, aunque no tengamos que desenvolverlo, es toda una caja de sorpresas con los medios suficientes para recorrer cada segundo, y con el bastón de nuestra bendita Madre del Rocío, para ayudarnos a recorrerlo.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es