No te dejes arrastrar




Cuesta, a veces, ponerse a escribir intentando tener una mirada positiva cuando lo que vemos y escuchamos a diario son noticias aterradoras de situaciones que nos dejan el corazón en un puño. Cuesta, sí, porque es difícil decirle a alguien que está en paro desde hace años que pronto va a llegar el trabajo que espera, mientras las cifras de las oficinas del INEM causan hasta mareo. Es difícil que un joven pueda creer que estudiar tiene sentido y es una base para su futuro, si lo que está viendo en el presente es la estampida a otros países de aquellos que se dedicaron en cuerpo y alma a obtener una licenciatura que parece no tener valor en el país en el que la estudiaron. Es difícil decirle a la gente que el amor vencerá, que el amor es más fuerte que el odio, si todas las imágenes y sonidos que nos llegan son de personas muriendo de hambre, destrozadas en medio de tiroteos y conflictos bélicos, con bandos enfrentados, con la violencia reinando por las calles. Es difícil confiar en el respeto si no somos capaces de respetarnos ni a nosotros mismos.

Todo eso es difícil, sí. Pero para mí es más difícil todavía creer que el ser humano se deje arrastrar por la discordia, cuando el amor está llamando a nuestras puertas con más fuerzas que nunca. Me duele en el alma que haya quien quiera tirar la toalla, aplastado por el desánimo, pisado por la desesperanza.

No perdamos la fe, no perdamos el norte, podemos ser ganadores en medio de tanta confusión y tanta mediocridad, podemos salir victoriosos si, mirando a la Virgen del Rocío, le decimos sin descanso que “vuelva a nosotros sus ojos misericordiosos” y reconstruya el corazón del mundo, que piensa que puede vivir sin Dios, cuando sin Dios no podemos nada.

A esa Madre, de la que nos sentimos más cerca, mirando la imagen de la Reina de las marismas, le imploro, le suplico, le ruego que arrastre a toda la humanidad a su regazo, que sepamos llevarle a los demás la paz y la alegría, que restauremos las heridas producidas por el odio con la única medicina que lo cura todo: el amor. Y con ese amor, empezar y terminar cada día, con ese amor, caminar agradeciendo cada paso; con ese amor, contagiar al mundo y despertarlo de su letargo.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es