No corras tanto




Correr mucho (no me refiero a hacer deporte), hace que nos perdamos mucho. Querer abarcar demasiado lleva a quedarse sin nada. Tenerlo todo materialmente no significa que te sientas rico. Porque lo más grande en esta vida es sentir cada segundo y aprovecharlo como único, siendo conscientes del regalo de estar vivos, de la bendición de tener un hogar, de la paz que produce un abrazo sincero, de la emoción que provoca un mínimo detalle hecho con cariño.

Eso me ocurre la mayoría de las veces que voy al Rocío, que paseo por alguna de sus calles, o contemplo la marisma que ve el paso de las estaciones con paciencia y sin perder su color, que no le resta hermosura en ninguna época del año.

Me ocurre cuando voy a ver a la Virgen, cuando estoy un rato con Ella y lo único a lo que aspiro es a tomar conciencia de que ese momento es especial, porque no volverá a repetirse. Vendrán otros momentos, otras historias, otros encuentros, otras visitas a su Santuario, pero todos son irrepetibles, porque Ella es siempre la misma pero siempre es nueva su ternura.

Me gusta tanto la vida que no quisiera perderme nada de lo que Dios me muestra cada día. Es tan fascinante lo que nos trae un día nuevo, que lo mínimo que hago es darle gracias y rogarle que esté a la altura de tan gran regalo.

Es tan inmensa mi suerte de ser rociera, que un instante con la Virgen lo merece todo y es en su presencia donde quiero permanecer con todo mi ser, con los cinco sentidos, dándome cuenta de la profundidad de sus ojos, de la seguridad de sus manos, de la fuerza de su imagen, de la paz que emana de su corazón cuando la contemplo.

No hay que correr tanto, hay que sentir, escuchar, mirar a los ojos, sonreír, abrazar, ayudar… Y eso solo se consigue cuando nos dejamos llevar por sus manos y aprendemos a disfrutar del recorrido de nuestro camino, de cada paso, en toda circunstancia y en todo lugar.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es