La guitarra y la pluma estilográfica




Aunque no me considero nada posesiva y no me cuesta nada compartir lo que tengo con los demás, confieso que mi guitarra y mi pluma estilográfica son algo tan especial que me pongo a temblar en cuanto alguien me dice: “¿Me la dejas?”. Y es que, no sé por qué, pero la guitarra, sin ir más lejos, es el instrumento que, en cuanto está en medio de una reunión, quiere ser tocado por todos, incluso, por aquellos que no tienen ni la más remota idea.

Seguro que te suenan frases como “Yo estuve un tiempo intentando aprender en clases de guitarra, pero lo dejé, ¿me la prestas?”, o aquella otra de “déjamela un momento”…

A ver, señores, que si abandonaste las clases de guitarra, (me pongo a pensar interiormente), no pretenderás, justo ahora, en la que yo cojo la mía, aprenderlo todo en un instante. Que digo yo, que si fuera un violín, no se le pasa a nadie ni por el pensamiento pedirlo prestado, pero como es la guitarra, pues nada, todos guitarristas...

Tanto me cuesta prestarla que tengo dos: La guitarra vieja y la guitarra nueva. A las dos les tengo un cariño impresionante, no se pueden hacer una idea, pero como siempre hay quien se lanza a pedirla “un momento” para sus pruebas musicales inmediatas, yo presto la vieja.

Lo mismo me ocurre con las plumas estilográficas, de las que tengo una gran colección, una de mis grandes aficiones, que son especiales para mí y algunas parecen que hubieran sido hechas a mi medida.

Claro, un cristiano, un rociero, debería estar abierto a ser generoso, a prestar… ¡Pues aquí me doy de bruces! Porque busco mil razones, y todas me parecen acertadísimas, para no dejar a nadie estos dos objetos, -materiales, sí-, pero que están unidos a mí en todo. He compuesto cientos de temas con mi guitarra, y lo que escribí lo hice con mis estilográficas, especialmente con una de ellas. Forman parte de mí y conocen sentimientos de toda índole, mi espiritualidad, mis cosas con la Virgen del Rocío, mi diario, palabras que convertí en poesías y poesías que convertí, a veces, en canciones.

Hay cosas que nos definen o dicen mucho de nosotros, no sé qué tendrá que decir de mí esta reflexión que hoy os comparto. El caso es que hace años, quise ponerme a prueba a mí misma, saber hasta qué punto sentía apego por las cosas… Y decidí “prestar” mi guitarra vieja. Sé que está a buen recaudo, en el Rocío, para ser concreta. Superé la prueba aunque para mí se queda el pellizco que sentí en el corazón al no tenerla cerca a diario.

No siento apego por las cosas materiales, quizá aquella prueba me enseñó a dar las gracias por ellas, por la oportunidad que Dios nos da cada día de conseguirlas, a unos con más esfuerzos que a otros, en la medida que él estima oportuno que sea.

Le doy gracias a la Virgen porque, hasta en lo material, está Ella siempre de por medio, dándome lecciones con su infinita ternura y su tremenda paciencia.

Que Ella nos enseñe a dar la importancia justa a las cosas y, sobre todo, a dar gracias por todos y por todo, por lo que somos y por lo que tenemos.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es