El examen de diciembre




Para que tengamos algo de tiempo por delante y no pongamos la excusa de no haber hecho lo que nos propusimos, este editorial quiero dedicarlo a ese examen que todos solemos suspender a final de año, cuando llegado el mes de diciembre nos disponemos a elaborar el programa con el que estrenar el año nuevo, lo que significa que preparamos la recuperación. Y eso es buenísimo, pero mejor aun sería que ocupáramos una buena parte del duodécimo mes en recordar qué se nos quedó por hacer, qué logros llegamos a conseguir y qué pasó desapercibido de cuanto habíamos previsto.

A veces es mejor afrontar pequeños desafíos ajustándonos a retos concretos. Llegar a una meta significa que es el momento de avanzar hacia otra y por eso, más que llenar la agenda de abundantes objetivos, quizá sea buen momento para repasar si esos objetivos se cumplieron, si pusimos todo de nuestra parte para que se cumplieran y si, en vez de añadir nuevas tareas, no sería mejor culminar las tareas inacabadas o las que puede que ni llegaran a comenzarse.

Los “agobios” no son amigos recomendables. Si algo tiene de especial la amistad es que podemos elegir a las personas con quienes queremos compartirla. Del mismo modo podemos elegir también amigarnos con determinados hábitos que nos ayuden a sentirnos bien. En lugar de agobiarnos es preferible calmarnos, propiciando que el entorno sea el adecuado, empezando desde adentro y ayudándonos también de lo externo. Recurriendo a placeres gratuitos, como una puesta de sol, un amanecer, un paseo por la playa, por un parque lleno de flores o simplemente escuchando, tranquilamente, esa música que tanto nos gusta y que nos recuerda cosas hermosas o nos transporta con la imaginación a aquello con lo que soñamos despiertos.

Sin agobios es más fácil planificar el día a día. Es más fácil escribir una sola hoja que quererlas escribir todas de una vez. El año tiene 365 días y cada día trae de regalo sus propias sorpresas. Hay que dejar renglones vacíos para dejarnos sorprender.

Por eso, hoy, recién estrenado diciembre, tenemos todo el mes por delante para dar el visto bueno a lo que hemos conseguido y, en positivo, siempre en positivo, con el optimismo en el corazón, en la mirada y en la palabra, continuar nuestro trabajo con ilusión y esperanza, y proponernos no dejar nada por hacer que quisimos haber hecho, siempre que nos acarree un bien a nosotros mismos y al prójimo.

Nadie da diez pasos en uno solo. Cada uno, con su medida, da un paso detrás de otro. No corramos, disfrutemos del camino de cada día. La Romería de Pentecostés puede durar eternamente en el corazón si nos lo proponemos. Para conseguirlo basta ponernos en las manos de la Virgen del Rocío. Que Ella nos guíe y nos ayude a aprobar el examen.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es