No guardemos todos los adornos: no arrinconemos la Navidad




Parece que una vez pasado el tiempo dedicado a la Navidad, todos volvemos a la “rutina” diaria y nuestros esfuerzos se encaminan a centrarnos de nuevo en las tareas cotidianas con la normalidad de siempre.

Hacemos regresar a las cajas los adornos navideños que vistieron nuestros abetos, guardamos con cierta melancolía las imágenes que recrearon el Belén o el Nacimiento y nos resistimos a embalar el espíritu del que hemos intentando llenar los corazones para que los hogares también se impregnaran de los buenos deseos que nos afloran por estas fechas.

Tú, amigo o amiga, lector o lectora de las páginas de periodicorociero.es, donde nos encontramos cada día, seguro que en este momento estás asintiendo con la cabeza lo que intento compartir contigo: la Navidad no puede quedarse arrinconada en un trastero, es imprescindible que la extendamos, como queremos extender el Rocío, a cada uno de los días que contiene el año.

En las mesas no solo hace falta comida por Navidad, no guardemos la solidaridad junto al resto de los adornos. La familia sigue llevando nuestra misma sangre ayer, hoy y mañana, no esperamos a la próxima Navidad para visitarnos o reunirnos. La felicidad no es deseo para un solo día, deseémosla todos los días a la familia, los amigos y a todo el mundo, para que en la misma proporción nos llegue a nosotros. Los mayores que viven en las residencias y asilos disfrutan con tres días de compañía y un puñado de villancicos, ¿te imaginas cuánto podrían disfrutar si nuestras visitas fueran más asiduas, en cualquier época del año y con cualquier otro repertorio?...

Cientos de gestos solidarios se multiplican, gracias a Dios, cuando diciembre está próximo, pero la ternura con la que Dios nos sorprende cada vez que recordamos su Nacimiento no hace sino invitarnos a ser continuamente instrumentos suyos allí donde hacemos falta y son nuestros pensamientos, palabras y actos los que pueden hacer que se ternura crezca en el mundo, que su amor salpique toda la tierra como el Rocío, hasta inundarla; que su paz acabe desarmándonos y ahondemos en su serenidad y que aparte de disfrutar viéndolo nacer, trabajemos incansablemente para dejarlo crecer.

Hoy se cumplen catorce días del nuevo año, y todavía saboreamos las mieles de los Reyes magos que pasaron por casa, que cada día lo sintamos como un regalo y seamos agradecidos por las oportunidades que Dios nos brinda desde que abrirnos los ojos hasta que en la noche nos rinde, otra vez, el sueño. Oportunidades que, además, cuentan siempre con una aliada maravillosa, la Virgen del Rocío, que es –como decimos en las letanías-, “fuerte como torre de marfil” y a la que podemos acudir para no caernos y para avanzar alegres y con confianza por nuestro camino.

Con Ella de la mano, comenzamos.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es