Ventanas que se abren



Dicen que suelen abrirse ventanas cuando alguna puerta se nos cierra, aunque también es cierto que, en la actualidad, están algo oxidadas las ventanas y cuesta trabajo encontrarlas de par en par, y tardan en abrirse y, al hacerlo, chirrían por falta de unas gotitas de desoxidantes.

Es como si los de la casa se hubieran despreocupado de dar ventilación al interior y los del exterior se hubieran olvidado de tocar al timbre para que, si la puerta no se abre, al menos alguien se vea obligado a mirar desde la ventana quién ha llamado.

Todos necesitamos de todos. El que está arriba tiene que mirar abajo de vez en cuando, para recordar cuántos escalones fueron necesarios subir hasta llegar a donde pretendía y el que está abajo tiene que mirar arriba para ver que si otros llegan, también él puede llegar si se atreve a ir sumando peldaño tras peldaño.

Unos aprendemos de otros, es la gran cadena de la vida y no hay nadie que no tenga una lección que darnos ni existe persona alguna que ya lo tenga todo sabido.

Poco a poco, sin desfallecer. Si una puerta se cierra, levantemos la vista para que no pasen desapercibidas las ventanas que han de abrirse. Si tardan, llevemos nosotros mismos aceite y gamuza para que no chirríen y se agilice su apertura. Si hay poca ventilación, ayudemos a empujar a los de dentro y llevemos aires nuevos, aportando ideas, afrontando retos, llevando materiales que hagan que una ventana se pueda convertir en ventanal y un ventanal en enorme terraza.

Sin apartarnos una milésima de la Virgen del Rocío, sin abandonar sus manos y sin dudar de su acción intercesora y del efecto poderoso que Ella tiene ante Dios, sigamos andando, sigamos creyendo, sigamos pendientes de la luz de sus ojos. ¿O es que alguien piensa que esos ojos podrían dejarnos a oscuras en el camino?

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es