Recorriendo la Cuaresma




La cuaresma es un recorrido por la vida del Señor, pero también es un recorrido por nuestra propia vida, porque con Él nos damos cuenta de que nadie está exento de pasar por la pasión, de morir ante determinadas situaciones y circunstancias y de resucitar gracias a la fe.

Su enseñanza, su tremenda y absolutamente desgarradora y, a la vez, fortificante enseñanza, es una sacudida para el alma, que se renueva y se doblega ante la acción transformadora del Señor cuando estamos dispuestos a dejarle ser el centro y el Señor de nuestras vidas.

Y en Cuaresma, como cada uno de los tiempos de la liturgia, la figura y el ejemplo de la Virgen, es un arco iris de nuestros corazones al corazón de su Hijo Jesús.

Acercarnos a venerar a nuestras Sagradas imágenes, orar ayudándonos de las lecturas de cada día, acompañarnos de los Salmos, participar de los Sacramentos, meditar y reflexionar sobre nosotros mismos pasando nuestra existencia bajo la mirada de Dios… Todo eso es una puerta abierta a la conversión a la que estamos invitados.

El desierto por el que cada año pasamos los cristianos es un viaje hacia adentro con el que nos preparamos para vivir hacia afuera. Es, como hacía la Virgen, guardar cosas todas las cosas en nuestro corazón, llenarnos del Señor, ponernos en sus manos, y llevarlo en nuestras manos, tal como lo lleva Ella, la imagen bendita de la Virgen del Rocío, tal como vemos al Pastorcito Divino siendo el centro de su mirada.

Y así, mirándola a Ella, estamos apuntando en la dirección correcta.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es