Tú no eres perfecto




Si fuéramos perfectos no seríamos testigos del apasionante proceso de transformación que, cuando elegimos y cuando decidimos, se produce en nuestras vidas.

Y tú, como yo, no eres perfecto. Te sientes mal cuando metes la pata hasta la fosa de Las Marianas, te sientes mal cuando tus contestaciones a destiempo provocan dolor y desazón en los demás, especialmente, en aquellos a los que más quieres y más te quieren. Te sientes mal cuando mientes, cuando prometes algo que luego no cumples. Te sientes mal por tu dejadez y por abandonarte a la pereza. Te sientes mal cuando te comprometes y no respondes a tus compromisos. Te sientes mal porque sabes que no eres perfecto, y luchas con esas imperfecciones en una batalla titánica por sobrevivir a todas ellas.

Pero no fue que Dios nos quiere porque seamos perfectos, Él sabe de nuestros combates interiores, sabe como nadie de las debilidades que hacen que flaqueemos tan a la ligera, sabe que nuestra miseria no nos es indiferente, aunque nos pongamos una armadura con la que mostramos la fuerza que, en realidad, no tenemos.

Tú no eres perfecto y yo tampoco lo soy. No lo somos. Y cuento con ello cuando tengo el descaro de presentarme así ante el Señor, porque delante de Él no hay nada que esconder, nada que fingir, nada que ocultar. Sólo Dios nos conoce hasta el fondo y es capaz de usar nuestro lodo para hacer cosas nuevas y renovarnos el corazón.

Es el mismo descaro con el que camino hasta la Virgen, el descaro de saberme tan pequeña y de pedir auxilio a alguien tan grande. A su Rocío voy con la esperanza de salir mejor de cómo llegué hasta su presencia, no sólo porque anímicamente, según el tramo de la escalera por el que voy, a veces lo necesite. No sólo es eso, no. Es la necesidad de sentir su ayuda para no defraudarme a mí misma ni a Ella. La necesidad de comprender que lo pasado debe servir, únicamente, para crecer en el presente y construir, así, un mejor futuro.

Tú no eres perfecto y yo tampoco lo soy. Pero todo lo que pongo en las manos de la Virgen del Rocío se transforma para bien, y con su intercesión me doy cuenta de todas las herramientas que el Señor pone a nuestro alcance para mejorar como persona, como cristiana y como rociera.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es