A ti, que no conoces el Rocío



A ti, que no conoces el Rocío, poco puedo narrarte para despertar tu curiosidad. Supongo que comprendes que haya cosas que te dejan sin palabras. Situaciones con una carga emocional tan profunda que difícilmente puedes trasladarle a otros si no lo viven en primera persona.

Lo más grande de todo es que tú, que no has ido nunca al Rocío, sin ir puedes experimentar tanto o más que aquellos que han sido privilegiados con el alma henchida de Gracia, de ratos de intimidad cerca de la Señora, que no tienen nada que ver con la proximidad física y sí con la proximidad de las líneas invisibles que unen nuestros corazones al suyo.

Es evidente que no puedo hablarles a los que juzgan sin conocer. Hay que darles su tiempo y esperar a que rectifiquen cuando, una vez lo hayan conocido, cambien radicalmente de opinión, pues suele ocurrir.

Pero existen personas que se sienten atraídas hacia esta manifestación de Fe, la que se vive en torno a una devoción que está enraizada en una de las más bellas advocaciones de la Virgen, la del Rocío, y ellos son tan rocieros como los que podrían estar visitando a la Reina de las Marismas cada cuarto de hora, aunque no hayan entrado en su Santuario ni una sola vez en su vida.

Hay un santuario en el alma en el que se puede entrar y salir tantas veces estemos dispuestos. Está a menos de un paso, no tiene horarios de visita, siempre está la puerta abierta y nunca está vacío, porque Ella te aguarda para recibirte, mirarte, escucharte y recrearse en ti.

Nada pierdes cuando atraviesas ese umbral y ganas Fe, aumentas tu fortaleza, alimentas tu espíritu, renuevas tu confianza y te sientes rociado de su abundante paz.

Y con todo me alegraría saber que por fin fuiste a la Aldea. Pero el día que lo hagas será para confirmar ante su imagen tu vivencia de cada día y para darle las gracias por el Rocío que Ella te da durante el año entero.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es