Felices de encontrarnos con la Virgen

Si hace unos añitos me hubieran dicho que yo sería capaz de quedarme sin vacaciones en verano por ir al Rocío no me lo hubiera creído ni yo. Pero resultó que hace diez años unos amigos nos invitaron a mi marido y a mí a ir al Rocío, a la Romería. Más por curiosidad que por otra cosa nos animamos y preparamos lo necesario para ir.

Al llegar a la Aldea estos amigos me dijeron que no entrara a ver a la Virgen, que era mejor verla una vez hecho el camino, camino que hicimos con una familia de Hinojos que hoy son amigos para siempre, con los que seguimos haciendo el camino, y que se portaron maravillosamente, explicándonos cosas que no conocíamos, que eran totalmente nuevas para dos novatos que por llevar, llevábamos hasta corbata en la maleta por si acaso había que ir bien vestido en alguna de las celebraciones.

Hicimos caso de todo lo que se nos decía. A la Virgen la vimos cuando llegamos del camino y eso culminó para mí en una explosión de llanto que, sin saber por qué empezó primero con el nudo en mi garganta hasta que no se pudo controlar. Lloré como si estuviera descargando allí cosas de mi pasado e incluso del presente también. Como si con ello me estuviera quedando limpia, nueva.

Mi marido también se emocionó mucho. Estuvimos un buen rato en la ermita, no sentíamos ya ni cansancio ni nada, solamente ganas de estar con la Virgen y de presentarnos a Ella como dos nuevos rocieros que le pedían permiso para seguir siéndolo y que estaban dispuestos a aprender lo que hiciera falta.

Desde esa vez, todos los años tenemos que hacer encajar las vacaciones de mi marido y las mías en el trabajo. A veces solo nos han permitido coger vacaciones en esas fechas si cambiábamos el mes completo de verano por el de la fecha del Rocío y sin pensarlo lo hemos hecho y lo seguiremos haciendo por no quedarnos sin esos momentos que tanto significan para nosotros.

Ahora seguimos aprendiendo pero estamos muy felices desde que nos encontramos con la Virgen.