La sanación interior




Hasta que no perdemos lo que tenemos, no somos realmente conscientes de lo afortunados que éramos cuando lo teníamos. Pero mientras tenemos a alguien o a algo, esa fea costumbre de quejarnos por todo y de criticarlo todo nos hace apartarlos de nosotros de diferentes maneras.

¿No será que también necesitamos liberarnos de los males internos?

El mundo anhela con locura la vacuna que nos haga inmunes al coronavirus. Pero sería una auténtica revolución que alguien consiguiera una vacuna para los males que nos aquejan el alma. Y el caso es que esa vacuna existe, no necesita ser inyectada ni tomada, es el mejor antídoto para frenar nuestros malos humores, para enfrentarnos con serenidad a la adversidad, para ver con distintos ojos las páginas que vamos escribiendo en nuestras vidas. Es la mejor herramienta de la que podemos echar mano para sabernos a salvo: la oración. Porque cuando oramos, Dios nos escucha y, cuando en oración guardamos silencio, Dios nos habla.

Tenemos a la mejor maestra de oración que se puede tener: la Virgen. Y nosotros, los rocieros, tenemos en su advocación de Rocío a la mejor intercesora para llevar los ruegos que más nos pesan hasta el Señor.

La pandemia, además de enseñarnos a salvarnos del COVID, también debería servirnos para salvarnos de lo que nos encadena, nos ahoga y nos limita. Es una ocasión extraordinaria para reconocer nuestra pequeñez y nuestra necesidad de Dios, para aprender a ver la bondad en los demás, para permitirle que Él nos sane interiormente y entonces sí, entonces estaremos recuperando la salud de cuerpo y de alma.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es