Gracias por ti, Madre mía del Rocío



Hoy me sale del corazón darte gracias, Virgen bendita del Rocío.
Me llenas de vida, Madre, me llenas de la auténtica Vida y Tú lo sabes.
Ilumíname siempre, por favor.

Cuando cierro los ojos, respiro hondo para imaginarme apretando tus manos y así tengo fuerzas para seguir adelante.

Hoy me sale del corazón darte gracias. Hoy lo hago por la lluvia que está derramando Dios sobre los campos y las ciudades. Por ese maná del cielo tan necesario, Madre. Por el sol que enciende nuestros días, por la tierra que pisamos, la comida que comemos, el zapato y la ropa que calzamos y vestimos. Por los tiempos mejores y por los que quisiéramos que nunca existieran, pero forman parte de esta maravilla de vida que Dios nos ha dado y en la que Tú estás ayudándonos en nuestras tareas y en nuestro camino hacia Él.

Gracias por mirarnos a todos, porque cuando te miramos es cuando nos damos cuenta de que eres Tú la que nunca apartas la mirada de nosotros.

Tú sabes, Rocío, lo que me pasa cada vez que te miro. Tú sabes, sin que yo te diga palabras, lo que te estoy pidiendo, lo que te estoy agradeciendo, lo que espero... En Ti confío.

Recupero, al dirigirme a Ti, la paz que ahora mismo me hace falta, esa que nunca deseo perder. Sé que estás a mi lado, no me dejes, Madre.

Hoy te miro y es como si encendiera una vela. Como dicen las letras de unas sevillanas “con cuatro palabras nos entendemos” y no tengo muchas palabras para decirte, creo que te lo he dicho todo: cuídame. Sé que siempre lo haces, pero no dejes de hacerlo, te lo suplico.

Estoy en tus manos. Te he mirado y sé que estoy en tus manos.

Gracias, Rocío, por mirarnos todos los días, por no despegar tus ojos de nosotros, por buscarnos con tus ojos y por tantas cosas que no sabríamos cómo pagarte.

Gracias por todos los sentimientos que provocas cuando te miramos.
Gracias porque mirarte es recibir una lluvia de Gracia y de bendiciones.
Gracias por Ti, Madre mía del Rocío, por Ti que tanto nos das.
Gracias porque lo que más abunda en mi corazón es un sentimiento de agradecimiento inmenso por tu intercesión, por tu ayuda, por tu cariño, por tu mirada, por tu consuelo... Por todo.

Madre mía, por todas y cada una de las cosas en las que me ayudas, por estar conmigo, por mirarme incluso cuando soy yo la que evito tu mirada... Gracias por tu infinito amor.

Se me llena el corazón de confianza y tengo la seguridad de que no estoy sola, porque Tú estás conmigo. Sé que escuchas mi oración y que intercedes por las cosas que hablamos. Confío en Ti pues "nunca se escuchó decir que quien pone en Ti su confianza sale defraudado". Te doy las gracias por mirarme con paciencia y por permitir que yo te mire.

Haz cada día, Madre, que nuestra Fe se fortalezca. Danos la capacidad de aprender a descubrir la Paz en tu mirada.
Enséñame a transmitir algún día la bondad que encuentro en tu mirada, para que te descubran en donde esté.

Contigo aprendo a quitarle importancia a las cosas que se me hacen un mundo, entiendo que tus ojos pueden transformar los corazones y que puedo seguir esperando en Ti, porque nunca fallas. La paz que creo perdida vuelve a mí milagrosamente y la Fe que pienso que, a veces, se debilita, regresa resucitada a mi corazón.

A veces siento que no es necesario decirte nada, te miro y te vuelvo a mirar y te repito que sigo a la espera, que muchas cosas que te pido siguen siendo las mismas que te pido desde hace tiempo, que “la paciencia todo lo alcanza” pero a veces Dios nos pide demasiada paciencia... En fin, Madre, que en tus manos me siento tranquila y en paz y en ellas quiero seguir estando siempre.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es