Los jóvenes y sus borracheras de fin de semana



Según una encuesta que fue realizada por Sanidad a los escolares para saber si baja o sube el consumo de drogas, los jóvenes actuales, a pesar de consumir cada vez menos cannabis y cocaína, son más adictos al tabaco y a las borracheras de los fines de semana.

Tristes resultados los recogidos en la encuesta, porque el dejar una cosa cuando te hace esclavo de otra, tiene el mismo poder mortífero.

Entiendo que ser educador hoy es una de las tareas más difíciles que les puede tocar a los padres y a los profesores. La sociedad, que tantas veces decimos que evoluciona, ha retrocedido en sus principales valores, y las labores educativas se ven mermadas por culpa de esquemas destrozados que desordenan la razón de ser de la persona.

La lucha contra la droga tendría mucho más sentido si se sentaran las bases del respeto, la tolerancia y la aceptación que empiezan por uno mismo. En la medida en que cualquier ser humano deja de respetarse y de aceptarse comienza una desestabilización interior que termina por sucumbir a placeres efímeros y a una falsa felicidad vendida en cualquiera de sus formas, cuyo atractivo no está ni si quiera en el envoltorio y cuyo fruto no es otro que la destrucción y la muerte en vida de sí mismo y de los demás.

Pero la droga, en sus cada vez más variadas ofertas, no es la única amenaza para los jóvenes del presente. El alcohol es otro lastre para ellos. Se les ofrece, al principio, como una bebida que tomada moderadamente no hace daño, pero con ello se accede al primero de los pasadizos secretos. Porque una vez dentro, aquella persona que no puede pasar sin esa minúscula y mal llamada “moderación” ha caído en la trampa de una adicción brutal en la que se entra rápido y de la que sólo los valientes son capaces de salir.

¿Te has parado a pensar si eres de los que cada día se toma su “cervecita”? ¿Qué ocurriría si te enfrentaras al desafío de no tomarla durante tres meses seguidos? ¿Te animas a hacer la prueba? ¿Lo superarías?

Es muy fácil llamar drogadicto o alcohólico a otros si uno mismo no es capaz de tomarse su propio pulso. Y en esta dura realidad de la vida nadie está exento de caer en ello.

Por eso hoy, joven rociero, mi editorial está dedicada a ti. Tienes por delante toda una vida en la que tú eres el único responsable de cada uno de los capítulos que deseas ir escribiendo en ella. No hagas caso de quienes te harán invitaciones placenteras, falseadas con estimulantes que nada tienen que ver con la auténtica felicidad. Lo que verdaderamente te puede hacer feliz es creer en la vida, en ti mismo y luchar por conseguir las pequeñas metas que te vayas proponiendo.

La alegría de tu edad, sumada a esa alegría que tiene de por sí el ser rociero, depende de ti solamente. No te salgas de ella pensando que necesitas un “empujón” por conseguirla, porque eso se nos dio desde que nacimos, no dejes que la droga ni el alcohol te la arrebaten sumiéndote en una tristeza de desesperación.

Si no cometes alguna locura dejarías de ser joven, pero ten cuidado, no todas las locuras tienen justificación por el hecho de tener menos edad, ni si quiera las borracheras de los fines de semana.

Y sobre todo, te digo lo que San Pablo decía a sus amigos Filipenses: que nada ni nadie te robe tu alegría.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es