Un joven rociero, propagador del Rosario



En una de las guardias que se hicieron a la Virgen del Rocío en Almonte, los sábados de puertas abiertas durante toda la noche, en esos nueve meses que la Patrona de los almonteños estuvo en su pueblo, cuando se aliviaba de gente la Parroquia de la Asunción, siempre había alguien que, espontáneamente, iniciaba el rezo del Rosario al que los presentes se unían.

Un amigo me comentó, uno de esos inolvidables días, que el Rosario había sido para él un descubrimiento sin igual en su vida. Por su juventud, lo consideraba un rezo antiguo, pasado de moda, de personas mayores… Hasta que por circunstancias de la vida, que ahora no vienen al caso, pusieron un Rosario en su mano y le testimoniaron la fuerza de esa oración, invitándolo a ponerla en práctica.

Y lo hizo cuando atravesaba momentos algo complicados. Desde entonces, no ha dejado de rezar el Rosario ni un solo día. Lo lleva en un pequeño rosariero, que guarda en el bolsillo, y tiene otro –según me contó-, encima de su mesilla de noche.

Es un chico muy actual, viste a la última moda, le gusta vivir la marcha hasta que su cuerpo aguanta, disfruta con sus amigos, pero se ha convertido en un discípulo de María, divulgando allí donde se encuentra y en cuanto ve la ocasión propicia, la oración del Rosario que para él es importantísima.

Lo admiro por su valentía.
Cualquier cristiano, incluso practicante, y de los que se consideran comprometidos, tienen más reparos que él, siendo tan joven, de hablar de su fe con total y absoluta naturalidad, pasando de esos “cortes” que suponen, a veces, sacar el tema.

Como rociero que es, creo que debe agradar mucho a la Virgen con esta manía, como él la llama, de rezarle el Rosario diariamente.

Hoy me ha parecido que su historia puede ser un buen ejemplo para jóvenes y menos jóvenes, y un homenaje hermoso para la Virgen del Rocío, en este mes de septiembre, tan mariano, y tan cercano del conocido mes del Rosario, en el que no debería pasar un solo día sin que ningún rociero eleve a Ella tan sencilla y tan profunda oración.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es