Nada hay como la luz de sus ojos




La luz de sus ojos, la de la Virgen, es una garantía para el camino, una puerta abierta a la verdad y un trampolín seguro a la vida.

Nada hay como la luz de sus ojos para salir de las tinieblas del alma, o para ahuyentar de un soplido a esas borrascas empeñadas en quitar color a las cosas cotidianas de cada día.

No. No hay nada como la luz de sus ojos para seguir avanzando, incluso para parar, si el cansancio requiere respirar hondo y recuperar el aire. Porque su luz no es una luz cualquiera, sino una luz que, desde sus entrañas, vino para iluminar a todos los pueblos.

Todos los días, desde que abrimos los ojos, no nos damos cuenta de lo privilegiados que somos de poder ver la luz de un nuevo amanecer. Pero mayor es nuestro privilegio cuando, al pedirle a la Virgen del Rocío que llene nuestras vidas de luz, nos hace caer en la cuenta de que Ella tiene el foco de su mirada centrada en la verdadera luz, la que jamás podemos pasar por alto, sin la que podríamos vivir, porque de espaldas a Él todo se vuelve oscuridad.

Y se lo pedimos con insistencia, que no falte la luz en nuestros hogares, en nuestras familias, en nuestros amigos, en nuestros trabajos, en los detalles más sencillos del día a día. Que no falte su luz para que las tinieblas huyan despavoridas, para que el mundo sea arrasado por la luz de la fe y del amor, para que la presencia del Señor sea el faro que ilumine a toda la tierra.

Nada hay como la luz de sus ojos, con la que los rocieros nos dejamos guiar, aunque seguir su luz implique compromiso con la verdad, la justicia, la solidaridad… Valores que parecen haber perdido peso en la sociedad que nos ha tocado vivir, pero que cuando se manifiestan y se hacen visibles, nunca pasan desapercibidos y activan en nosotros la llama del amor.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es