La fe que me falta




Todos los días intento que mis pensamientos vayan en la línea del agradecimiento, de creer ciegamente que las cosas van a marchar bien, y que cualquier esfuerzo positivo que se hace, por pequeño que éste pueda parecer, tiene respuestas también positivas que tarde o temprano llegan.

Intento no variar durante el día en lo que teóricamente parece perfecto, pero conforme avanzan las horas y van apareciendo las turbulencias de la jornada, empiezan a visitarme los titubeos y las dudas. Entonces echo mano del freno, paro un momento, y me digo a mí misma: “¿Por qué dudas? ¿Tan débil es tu fe?”. Y como sé que es así, que mi fe es debilucha y frágil como los cristales más finos, acudo a la que es más fuerte que mis pensamientos, porque si de mi fe dependiera pocos milagros vería. Pero cuento con Ella, mi intercesora, mi Madre, la Virgen del Rocío, una advocación que me recuerda que cada día desciende sobre nosotros el espíritu de Dios regándonos las almas. Cuento con Ella y le digo que su fe pudo con todo, y voy recuperando, poco a poco, la estabilidad de mi desasosegado corazón, siempre en búsqueda, siempre agitado por mil cosas a la vez.

Esos segundos de calma me vuelven a alimentar la esperanza, la llamita de la fe vuelve a elevarse y, si la veo demasiado pequeña, no temo, porque tengo la fe de la Virgen supliendo lo que a mí me falta.

Ella es la linterna siempre a mano y siempre cargada, lámpara de los pozos más oscuros, luz de esas noches de batalla entre preguntas sin respuesta. Pero la respuesta de la Virgen está en sus manos. Si sabemos mirar adonde Ella mira, todo se transforma, todo se estabiliza y todo cobra sentido.

El fruto bendito del vientre de María tiene el Nombre sobre todo nombre, en Él podemos encontrar la fortaleza para seguir en camino, los medios para ser mejores cada día, la solución a nuestras preocupaciones y la salvación en cualquier aspecto de nuestras vidas, porque Él es el Salvador y el redentor, el Pastor Divino que no deja que una sola de sus ovejas acabe sola o se sienta desprotegida.

Cuando sintamos que nos falta la fe, miremos a la Virgen, y pidámosle con humildad que nos haga mirar adonde Ella mira. Todo lo que pasa por los ojos y por el corazón de María y de su dulce Rocío, pasa por Jesús. Ella sabe llevarnos al que todo lo puede.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es