Ella nos cuida




Ella nos cuida. No lo olvidemos jamás. Ella nos cuida desde su altar de la Asunción o desde su ermita en El Rocío. Nos cuida cuando estamos tocando las estrellas y cuando los resbalones nos hacen caer en el lodo. Ella nos cuida en todo momento, en toda circunstancia y en todo lugar.

Nunca abandonó a un hijo. En su condición de Madre a todos nos guarda en lo más hondo de su corazón. No solo nos lleva de la mano, nos lleva en sus manos, como si fuéramos tesoros que no quiere perder. Sabe del barro del que estamos hechos, conoce nuestra fragilidad y nuestras capacidades para salir adelante. Confía más en nuestra bondad que en la maldad con la que a veces actuamos.

Ella nos cuida. No le importa las veces que nos hemos alejado de su presencia, porque sus puertas no se cierran jamás para recibirnos con los brazos abiertos. En la mirada serena con la que contempla al Pastorcito, podemos vernos a nosotros cuando nos mira por dentro, escudriñándonos hasta las entrañas para ayudarnos a quitar toda maleza.

Hay un manantial de esperanza en su rostro, una candela de paz en sus ojos y un mar de bonanza en sus manos.

Recuérdalo ahora mismo, recuérdalo dentro de un rato, recuérdalo siempre: Ella nos cuida. Escucha nuestras oraciones, entiende nuestras preocupaciones, atiende nuestros ruegos, alivia nuestros sufrimientos, consuela nuestras aflicciones, fortalece nuestra fe debilitada, cura nuestras heridas, sana nuestros rencores y nos alegra el alma ayudándonos a recomponer nuestras vidas.

Por eso y por mucho, muchísimo más, bendita sea la Virgen del Rocío.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es