Hay días y días




Hay días en los que me quiero comer el mundo y otros días en los que el mundo me queda grande. Días en los que estaría dispuesta a subir montañas más altas que el Everest y días en los que me cuesta subir el escalón de la acera. Días en los que estando el cielo nublado me parecen radiantes y días en los que, aún luciendo el sol, me parecen oscuros y sombríos. Días en los que habiendo muchas personas conmigo me siento sola y días en los que necesito estar sola para encontrarme conmigo y con los demás.

Hay días en los que siento que Dios nunca me abandona y días en los que le pregunto que dónde se ha metido. Días en los que soy capaz de prolongarle al reloj las horas y días en los que no me levantaría de la cama. Días en los que todo me parece una maravilla y días en los que nada me parece bien. Días en los que no puedo despegarme del teléfono y días en los que lo enviaría al fondo del océano.

Hay días de poco y días de mucho y, en todos y cada uno de ellos, está la Virgen rondando en los pensamientos. Se asoma a mi mundo interior y se queda a mi lado, calmando mi mar agitado o aprovechando mi mar en calma para hablarle a mi corazón.

Hay días y días, pero Ella jamás falta en ninguno de mis días, en ninguno de mis momentos, en ninguno de mis desvaríos, mis despistes, mis fracasos y mis triunfos.

En cada lucha, en cada victoria, en cada espacio, en cada lugar, en cada situación, la inmensa misericordia de su Rocío me acompaña como una antorcha de luz que veo cerca y veo a lo lejos y que arde dentro de mi alma para que siempre permanezca en camino, de su mano, hasta Jesús.

Hay días y días, pero yo sé bien quién me sostiene.

Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es