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Aquel año jubilar de la Misericordia

En la selección que hemos hecho del recuerdo de algunas de nuestras editoriales en periódico rociero, con motivo de nuestro 16 aniversario, hemos querido rescatar ésta, dedicada al año jubilar de la Misericordia, que se celebró en el 2015 y que nos hizo reflexionar muy sinceramente sobre nuestra actuación con nosotros mismos y con el prójimo.

 

Inmersos en el año jubilar de la Misericordia

Fue publicada en periodicorociero.es el 9 de diciembre de 2015

El Papa Francisco inauguraba ayer, festividad de la Inmaculada Concepción, el año santo jubilar de la misericordia, que se iniciaba con la apertura de la puerta santa de la Basílica de San Pedro y que se reafirmará el próximo domingo, tercero de adviento, con la apertura de la puerta santa de la catedral de Roma, San Juan de Letrán y con las del resto de catedrales de las diócesis repartidas por el mundo.

Un año jubilar que invita a toda la iglesia al perdón, a perdonarnos a nosotros mismos, a perdonar a nuestro prójimo, a perdonarnos los unos a los otros y a profundizar y beneficiarnos del sacramento que derrama la misericordia de Dios: la penitencia, la confesión.

Que las cosas de Dios no son casualidades, lo demuestra precisamente la proclamación de este año jubilar, en un momento en el que se disparan las alarmas terroristas y mueren los cristianos perseguidos por la incomprensión y la barbarie de los más radicales.

Y en este año, recién estrenado de la misericordia, el sucesor de Pedro, el Papa Francisco, nos dice que es el momento del perdón, que es el momento de abrir nuestros corazones al perdón absoluto y renovador de Dios, y nos impulsa con una lema estremecedor: “Misericordes sicut Pater – Misericordiosos como el Padre”, que implica no solo pedir perdón y sentirnos absueltos mediante el sacramento de la reconciliación, sino perdonar como Dios perdona a todos sus hijos.

Sin poderlo remediar, se me trasladan el corazón y el pensamiento al Rocío, lugar en el que tantas veces los rocieros buscan la presencia necesaria del sacerdote para poderse confesar y salir del santuario libres y limpios; como diría el salmista “más blancos que la nieve”. Y se me va el pensamiento al Rocío porque entiendo que éste año debe y tiene que ser para los que amamos a la Santísima Virgen un tiempo profundo de acercamiento a Dios, de reconciliarnos con verdadero arrepentimiento y de buscar que, a nuestro alrededor, también se sientan perdonados aquellos que alguna vez pudieron hacernos daño.

Se nos ofrece un tiempo precioso de reflexión y de análisis de nuestra propia vida, del bien que hemos hecho y del que hemos dejado de hacer, del mal que hemos propiciado y de un presente lleno de oportunidades para hacer las cosas mejor, de amarnos más que de repudiarnos, que ya va siendo hora de que optemos por sembrar el amor del que se nos llena la boca, pero del que practicamos poco o casi nada.

Ruego con todas las fuerzas de mi alma a la Santísima Virgen del Rocío que no pase ni un solo día de este año santo jubilar de la misericordia, sin repetirle con convencimiento y verdadera súplica lo que le decimos de carrerilla en el rezo de la Salve: “Vuelve a nosotros esos, tus ojos misericordiosos” y que con sus ojos seamos capaces de comprender y dejarnos abrazar por la misericordia infinita de Dios.

Francisca Durán Redondo

Directora de periodicorociero.es

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