viernes, abril 25, 2025
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El día que cambió nuestra vida

El 14 de marzo se cumplieron cinco años que dejamos de ver la vida como la veníamos viendo. Hace cinco años que tuvimos que parar en seco nuestra rutina y nuestros hábitos, frenar el acelero de nuestras prisas, dejar nuestros planes para hacer más caso a los planes de Dios.

Hace cinco años que se nos anunciaba que no podríamos salir a la calle, que estábamos en peligro si lo hacíamos, que podíamos perder la salud y la vida si nos arriesgábamos a ello.

El catorce de marzo, hizo cinco años que un virus invisible fue capaz de inmovilizar a nuestro país, después de haber inmovilizado a otros países y preparado para inmovilizar al mundo, convirtiéndose en pandemia.

Va a ser muy difícil que olvidemos esta fecha y hacemos bien en recordarla, no para tenerle miedo, sino para que no se nos olvide que estamos, solo y exclusivamente, en las manos de Dios, que Él hace y deshace a su antojo, que Él es dueño de nuestra vida, nuestra salud y de todo lo que somos y tenemos. Que no importa lo que tengamos previsto, porque si no está dentro de sus planes no se llevará a cabo como lo tenemos pensado, y son sus deseos los prioritarios en todos los momentos, en todos los lugares, en todas las situaciones y en toda la historia.

Hace cinco años que nuestros balcones, terrazas y patios eran el único contacto que teníamos con el exterior, que en ellos expresábamos el agradecimiento que sentíamos en el alma por los que estaban, y aún están, jugándose la vida. Agradecimiento que tenían forma de aplausos, cantos y ánimos para salir de esta locura.

Y después de ese día vimos cómo se desvanecían nuestros deseos de vivir una Semana Santa llena de sol en nuestras calles, o de calzarnos nuestros votos para salir de romería, o de haber acompañado antes a la Virgen en su vuelta al Rocío, o de verla en procesión por su pueblo, o de tantas cosas pensadas, soñadas, anheladas que se quedaron en nuestros pensamientos, en nuestros sueños y que siguen siendo anhelos en nuestros corazones.

Pero también, durante todo esto tiempo, la Virgen del Rocío no ha dejado de cuidarnos, de protegernos, de escuchar las súplicas que a Ella hemos elevado.

Ella está enderezando esta barca de oraciones para que llegue al puerto que nos asegura la vida y a Ella seguimos suplicando, implorando y rogando que sea, más que nunca, la salud de los enfermos, y que nos guarde con salud y que nos libre del peligro, y que más pronto que tarde, así como pudimos anunciar que su bendita y poderosa intercesión que hizo posible el fin de esta pandemia, también se erradique totalmente el virus.

Se lo confiamos con todas las fuerzas de nuestros corazones, unidos en oración.

Francisca Durán Redondo

Directora de periodicorociero.es

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