Hoy, al hilo del Evangelio del día, compartimos con todos nuestros lectores el artículo que, a modo de reflexión, nos regala a periodicorociero.es el Padre don Daniel Wankum, de los dominicos del Convento de Jerez, director espiritual de la Hermandad del Rocío de esta tierra, a quien de corazón agradecemos su colaboración.
Como siempre, con el deseo de que pueda ser de ayuda a nuestros lectores.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según San Lucas 18, 9-14
En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que se confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:
«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:
“¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.
El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo:
“Oh Dios!, ten compasión de este pecador”.
Os digo que este bajó a s2u casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
COMENTARIO DEL PADRE DANIEL
Unas de las faltas más fecuentes que escucho en las confesiones es la de orgullo, de soberbia. Hay mucho fariseísmo espiritual en el seno de la Iglesia católica. Muchos y muchas rezan con la misma actitud que el fariseo de la parábola. Y ocurre con mucha frecuencia que son personas pertenecientes a movimientos eclesiales en auge, que acompañan a otros fieles en el camino espiritual, o que dicen estar siendo dirigidas espiritualmente. Lo que detecto inmediatamente es que no han tenido una experiencia personal profunda con el Señor, que se han quedado en la inmediatez del llamado y de la respuesta sincera pero poco profunda de lo que implica seguir a Jesús.
Y me ha ocurrido en varias ocasiones que al intentar reconducir en la confesión a que se puedan examinar más profunda y sinceramente, que tienen que reparar el daño que han causado con sus acciones o palabras que han podido ser incluso ofensivas para las personas, me preguntan si hace falta verdaderamente hacer eso…
No basta con ir a misa, no basta con confesarse con frecuencia, no basta con dar algunas monedas cuando se pasa la colecta, no basta con rezar el rosario incluso todos los días.
Si nos creemos justos y despreciamos a los otros, estamos igual que el fariseo y volveremos de misa, sin estar justificados.
La actitud del publicano, por otro lado, es la de aquel que se da cuenta de su falta, que tiene vergüenza de acercarse delante de Dios, que mantiene esa actitud de necesidad de perdón, y que volverá a casa pensando que no ha hecho nada bueno, ni es mejor que nadie. Y sin embargo, Dios ha derramado su gracia en su corazón para que manteniéndose en la humildad y en la pobreza espiritual, sepa que no es él sino la gracia, el amor y la misericordia de Dios lo único que puede alcanzarle el favor para su vida. Quizás no alcance a cambiar sus actos y vuelva el siguiente sábado, en la siguiente misa, en la siguiente confesión a reconocer su pecado y sentirse verdaderamente necesitado del perdón de Dios, de pensar incluso que su vida no tiene sentido y que no vale nada.
Hace poco me confiaba un buen padre de familia que se sintió así, y que incluso pensó quitarse la vida, porque ya no era bueno para nada, su hijo se había alejado de él y de su trato, porque como buen padre lo había corregido en un tema de drogas. Le recordé la actitud del padre de la parábola del hijo pródigo, y le dije que su misión era seguir mirando por la ventana, a la espera de la vuelta de su hijo. Quizás no lo verá venir, quizás sí. Pero que no dejara de tener la ventana abierta y el corazón dispuesto a acoger el regreso de su hijo. Esto es lo que hizo Dios con el publicano, lo revistió de su gracia, de su amor y de su perdón.
Periódico rociero / Fray Daniel Wankum O.P./ Director espiritual Hdad. del Rocío de Jerez








