Me encuentro, a veces, con personas que expresan que son “aficionados” al Rocío. Quiero pensar que una buena parte de estas personas lo usan como una forma de hablar, cuando lo que quieren decir tal vez sea otra cosa, pero lo que es cierto es que también hay un sector que conoce perfectamente el significado de la palabra y lo expresa desde su libre convencimiento.
Recurriendo al diccionario de la Real academia de la lengua Española, encontramos que aficionado quiere decir “Que tiene afición o gusto por alguna actividad o por un espectáculo al que asiste con frecuencia. Por ejemplo, aficionado a la lectura, al teatro”. Y en una segunda definición dice que aficionado es aquel ”Que cultiva o practica, sin ser profesional, un arte, oficio, ciencia, deporte, etc”
Por lo tanto, el Rocío no es una afición. Es, en primer lugar, el nombre de una Aldea que es llamada así porque en ella reside una imagen venerada desde siglos. Pero sobre todo es devoción, centro de miradas donde la fe se aglutina en torno a esa imagen sagrada y donde se manifiesta el amor de María a sus hijos y el amor de los hijos a María.
Podríamos decir también que El Rocío es punto de encuentro de la espiritualidad mariana, desde donde se sigue extendiendo el movimiento rociero, que no es otro que el que tiene sus más hondas raíces en nuestra religión cristiana y católica, anclado perfectamente en los corazones que viven con profundidad esta devoción.
Y lo más importante, que sintetiza todo en un solo objetivo: el Rocío es la Virgen, y quien mira a la Virgen, mira a Jesús, y quien mira a Jesús, mira al Padre, a ese Dios grande e inmenso al que hemos de volver nuestros ojos.
No se comparte “afición por la Virgen”, se comparte devoción por Ella. No se comparte “actividad por la Virgen”, se comparte pasión por Ella y a Ella se le pide ser cristianos activos que lleven su nombre y el nombre de Jesús adonde vayan.
En nuestro proceso de crecimiento cristiano, al que debemos tender, es necesario que nos examinemos a nosotros mismos cuando hablamos del Rocío o decimos ser rocieros, para estar atentos y no llevar a equívocos a quienes nos pueden estar escuchando, con quienes podremos tener aficiones por cientos de cosas, pero no por el Rocío, porque el Rocío no es afición, el Rocío es la Virgen, la que conduce nuestras vidas por senderos de paz cuando andamos perdidos, la que nos ayuda a superar obstáculos en el camino, la que de su mano nos lleva al que debe ser nuestro centro, como es centro de sus ojos.
Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es








