La naturaleza es continuamente desafiante y la grandeza de Dios en ella nos deja a todos sin palabras.
Cuando creemos que lo controlamos todo, una pandemia frena al mundo de todos sus afanes, prisas y temas sin sentido. Cuando pensamos que tenemos el tiempo bajo ese control, una lluvia enfurecida, una nevada monumental vienen a decirnos que hay cosas que nos superan, están muy por encima de nuestros conocimientos, de nuestra autosuficiencia y, otra vez, vuelve a poner el pie en el freno para alertarnos de que el tiempo es de Dios, la vida es de Dios, y no podemos pretender vivir de espaldas a El.
A través de estos acontecimientos que hemos venido viviendo, el Señor nos llama a la reflexión y sobre todo nos recuerda que Él es el que manda, y que es el momento de volver los ojos a Él, el dueño de todo lo creado.
Estos días vivimos con asombro la abundancia de las nieves, (más bien sobreabundancia), que han llegado a lugares donde es habitual que lleguen y a otros donde jamás se hubiera pensado que llegaría. Incluso en esos en los que la nieve suele hacer acto de presencia cada invierno, los lugareños se han quedado perplejos de cómo es imposible hacer lo cotidiano y mucho menos lo extraordinario.
Ahora se nos ha anunciado un frío nada propio en nuestro país. Unos lo achacan al cambio climático, otros a la casualidad de alinearse las masas de aire con la inestabilidad del tiempo… Todo el mundo tiene su opinión, aunque en lo que sí coincidimos es en la tiritera que tenemos si no estamos al lado de un calefactor, que es lo que nos hace entrar en calor.
Por eso no podemos alejarnos de Dios. Cuanto más nos alejamos de Él, más fría se nos vuelve el alma. Y es acercándonos al Señor, cómo nuestro corazón entra en el clima adecuado y acertamos a estar en el tiempo correcto y en el momento perfecto.
La Virgen, a la que nosotros nos gloriamos de llamar del Rocío, porque es la advocación que marca el ritmo de nuestros días, nos enseña como nadie que el camino de la vida no está libre de obstáculos, que en todas las casas, en todos los hogares hay algún tipo de adversidad, pero que solo mirando al Señor como Ella lo mira, encontraremos luz para el camino, alternativas para sortear las piedras que en él nos encontramos, y paz en el corazón para permanecer en la certeza de que con Dios todo es posible y todo se torna para bien.
Que Ella, la Virgen del Rocío, nos tome de la mano cada día y nos retorne a la senda acertada cuando, por dejar de mirarla, nos extraviamos sin rumbo.
Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es