Ha llegado abril y lo recibo con júbilo. Si el conocido refrán a él dedicado se cumple, y si los partes meteorológicos aciertan, todo parece indicar que va a ser un mes lluvioso el que acabamos de estrenar.
Es verdad que nunca llueve a gusto de todos y, de cumplirse, cruzo los dedos para que la Semana Santa se libre de las lluvias y pueda celebrarse de la manera en la que estamos acostumbrados a vivirla en Andalucía.
Hace falta la lluvia. Mucho. Atravesamos una etapa de larga sequía y una gotita de agua que caiga del cielo es, para la tierra, como los diamantes más cotizados.
Pero así como hay sequía en la tierra, también hay sequía de valores, de compromiso, de corazones abiertos a Dios.
Y así como imploro la lluvia del cielo para los campos, (marzo ha estado muy generoso), también imploro la lluvia de la paz sobre el mundo, la lluvia del amor sobre todas las personas, la lluvia del perdón y la unidad para los que viven enfrentados, la lluvia de la esperanza para quienes creen haberlo perdido todo, la lluvia de la fe para aquellos que se sienten desvalidos y sin fuerzas, la lluvia de la tolerancia y del respeto, la lluvia de la alegría…
Empieza abril y pienso en el Rocío de las bendiciones que se derraman por doquier para los que confían en la Virgen.
A Ella, a la Virgen del Rocío, le pido que la lluvia de sus bondades reblandezca nuestros corazones agrietados y acabe con la sequía de nuestras almas, para llenarlas de su ternura.
Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es