martes, octubre 8, 2024
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Estás conmigo

Ya desde aquella vez que nos vimos sentí que estabas conmigo. No he dejado de sentirlo, me han venido dudas muy fuertes, cuando he vivido con desagrado cosas que no me gustan, pero ya ni eso ha hecho que me vuelva a olvidar de ti.

Te hablo igualito que si hablara con una amiga, la mejor de las amigas. Creo que solo contigo vivo la verdadera amistad, pero lo más fuerte que he vivido a tu lado, desde que te miré, desde que me miraste, es que ya sé lo que es una Madre y cómo una Madre siente las cosas de sus hijos.

Tú sabes, amiga Rocío, la relación tan especialmente «dura» que tengo con mi madre terrena. Cuando escuchaba a mis amigos hablar de sus madres yo pensaba lo exagerados que eran, y sentía una envidia terrible por no sentirlo de igual modo, por no haber notado ese cariño, ese amor del que ellos tanto hablaban y que defendían con mucha fuerza.

Pero Tú estabas conmigo, queriéndome con amor de Madre, cuando yo no sentía una pizca de cariño como hija, y cuando más cansada estaba de esta soledad, me abriste una ventana que yo tenía completamente sucia, por la que no adivinaba a ver más allá de la suciedad que tenía. La abrillantaste con tu mirada y comprobé que limpiándola, el paisaje era mucho más bonito de lo que nunca supe.

Y fue delante tuya, delante de tus rejas, cuando recé, lloré y me sentí limpia y como nueva. Y allí estuve con mis dos madres, la terrena y la divina.

Ahora mi relación con mi madre no es que haya cambiado mucho, pero yo sí cambié y te lo debo a ti, que eres la mejor Madre del mundo. Ahora ya sé que estás conmigo y tengo fuerzas para tener la paciencia que necesito, y no intentar comprender nada, sino solamente aceptar, incluso lo que muchas veces me parece inaceptable.

Creo que en eso está parte de lo esencial para ser feliz, aceptar. Porque cuando se acepta, se acaba perdonando y yo tenía el corazón completamente cerrado al perdón. No podía perdonar. Pero esa fue la ventana que Tú te encargaste de sacarle brillo, y ahora no se nota si hay cristal de por medio de lo transparente que se ve todo.

El tiempo que pensaba que no estabas conmigo, Tú estabas limpiando toda la basura y todo el desorden que yo dejaba en la casa del corazón, donde más a gusto nos sentimos ahora para hablar de nuestras cosas. Nunca te quejaste de limpiar tanto, nunca te sentiste mi criada, pero ya conozco el sentido de tu respuesta: «He aquí a la esclava del Señor».

Esas cosillas yo sé que ya las has olvidado, y que no te gusta que las recuerde, pero yo no puedo olvidarlas porque forman parte de mi historia contigo, de nuestra historia inolvidable: La historia de una Madre que lo da todo por una hija. Gracias porque estás conmigo.

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