Con esta Pascua florida en la que seguimos inmersos, los días hacia Pentecostés son una vertiginosa cuenta atrás, que nos pone los nervios a mil por hora, pensando en la gran convocatoria con la nueva Romería del Rocío.
Y es que Pentecostés para el rociero no es cualquier cosa. Es, primero, la celebración conjunta de toda la Iglesia de la venida del Espíritu Santo. Pero para el rociero, tiene como añadidura, la puesta en camino hacia una meta que dura el año entero en su día a día, pero que es epicentro universal y motivo de concentración una vez al año, para estar en torno a la Virgen del Rocío para que el paráclito descienda en tan especial cenáculo.
Estamos en plena celebración de la Pascua de Resurrección. No podemos olvidar tan imponente regalo, el más grande en nuestra vida cristiana. Es la savia nueva del corazón, que vuelve a crear en nosotros nueva fortaleza, más vida, y una salvación en el alma que nos hace sentir nuevos y resucitados con Cristo.
La cuenta atrás es un reclamo en lo cotidiano, las hojas empiezan a dejar más delgados los almanaques, los sueños empiezan a germinar otra vez, los pensamientos no tienen otras miras que el objetivo previsto: El blanco Santuario de nuestra Señora del Rocío.
En diferentes momentos del día nos vemos sorprendidos por algo que nos evoca recuerdos de Rocíos anteriores, personas que ya no están, aquellos que nos enseñaron la vivencia rociera, familia y amigos con los que seguimos viviendo y compartiendo nuestro camino hacia Ella, el de todos los días del año.
Respiramos hondo, cerramos los ojos… Todavía estamos celebrando la Resurrección del Señor, ya queda menos para festejar la acción de su Espíritu Santo sobre nosotros, cuando de todos los lugares del mundo lleguemos al Rocío y, como llamaradas, sintamos, -al lado de la Virgen-, el fuego del amor de Dios.
Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es